Es difícil desligar un ataque premeditado de esta naturaleza del impacto que las imágenes e informaciones que el equipo de la televisión Al Jazeera objeto del mismo ha venido teniendo en las últimas semanas en la reacción internacional contra la matanza de civiles en los puestos de reparto de ayuda humanitaria.
La franja de Gaza fue sometida a un velo de oscuridad informativa con la prohibición del Gobierno israelí de la presencia de periodistas extranjeros. Pero esto no ha conllevado el silencio en tanto los propios informadores gazatíes han seguido aportando los hechos para la opinión pública exterior. No para la israelí, a la que llegan datos filtrados y controlados y solo encuentra información veraz en los medios extranjeros, sometidos a una campaña de desprestigio por las autoridades hebreas. No ver, no oír lo que ocurre en la franja es el modo de no saber, que es la forma de evitar cualquier reacción a los excesos.
Por eso, la libertad de información es una base fundamental de la democracia y, también por eso, quienes no creen en ella la violan. Incluso en aquellos regímenes nominalmente democráticos. En el último informe anual de Reporteros Sin Fronteras (RSF), se identifican 54 periodistas asesinados en el Mundo en 2024. Hasta hoy, 2025 ya los supera. Pero la cifra adquiere perspectiva junto a los 55 secuestrados, los 95 desaparecidos y los 550 encarcelados.
Perseguir y amordazar la información no es una situación exclusiva de Palestina. En lo que va de año, 13 periodistas han sido asesinados en América Latina, según datos del Comité de Protección de Periodistas (CPJ, en sus siglas en inglés), superando los registrados en todo el pasado ejercicio. Pero, objetivamente, en estos momentos, Gaza y los territorios palestinos bajo ocupación son el foco donde más sistemáticamente se viola la libertad de información. Este año, 29 de los 57 periodistas asesinados lo han sido allí, según CPJ, y más de 200 desde el inicio de la operación contra Gaza en octubre de 2023, según RSF. Aniquilar la verdad es el camino de la impunidad y es una confesión implícita de culpabilidad de las acciones brutales que se pretende ocultar.