La aprobación definitiva de la ley española de Memoria Democrática sigue provocando crujires de dientes, rasgados de vestiduras y peticiones del frasco de las sales entre las huestes cavernarias. Seguro que tienen derecho a que nos les guste. Otra cosa es que se inventen el contenido y se pongan a despotricar como hace Jorge Fernández Kitchen, perdón, Díaz, en La Razón: “Así es obligado asumir que ni ETA ni su actividad terrorista han existido hasta 1984 -ni la del Grapo, ni la de Terra Lliure- que intentaron impedir la Transición pacífica a la democracia, por lo que las familias destrozadas por el asesinato de sus seres queridos desde 1978 hasta entonces, deben tener un espejismo no democrático en su memoria que hay que legalmente corregir”.