Entra en la cafetería un joven altísimo. Tiene que medir bastante más de 2 metros. ¡Qué tío! Mirándole dejas correr la imaginación y piensas: Este chaval, cuando era aún más joven, atendería a su madre, bastante más baja que él, pero con el cariño y la autoridad de madre, que impondría su criterio ante el altísimo hijo diciéndole que no se pusiera aquella camiseta o cualquiera otra vestimenta porque no iba con el resto. Y el hijo, obediente y confiado en su madre, atendiendo la sugerencia. En este tema, las mujeres ganan por goleada.