La reducción del tráfico consecuencia de las medidas para atajar la epidemia de coronavirus en el Estado español ha traído como consecuencia una reducción drástica de la contaminación en el aire de las 24 principales ciudades, entre ellas Pamplona. Las mediciones a 31 de marzo estaban un 55% por debajo de la media de la última década, según los datos recopilados por Ecologistas en Acción.

La organización ha revisado los datos de polución atmosférica de 24 urbes: Cádiz, Córdoba, Granada, Málaga, Sevilla, Zaragoza, Gijón, Oviedo, Palma, Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife, Santander, Valladolid, Barcelona, Alicante, Valencia, A Coruña, Vigo, Madrid, Murcia, Pamplona, Bilbao, Donostia, Vitoria. En total, estas ciudades aglutinan a más de 13 millones de personas.

El descenso de los niveles de contaminación atmosférica respecto a las mismas fechas durante la última década es de un 49% en el caso de Pamplona. Mientras que las dos principales ciudades del Estado español en número de habitantes, Madrid y Barcelona, que han arrastrado niveles excesivos (incluso por encima del umbral legal) han registrado caídas muy significativas: un 56 y un 64% respectivamente.

El dióxido de nitrógeno (NO2) es el contaminante típico emitido por los tubos de escape de los automóviles, por lo que su evolución está directamente ligada a las emisiones del tráfico motorizado, siendo el principal factor que influye en la calidad del aire urbano, y, por tanto, es el mejor indicador de la repercusión de las restricciones de la circulación en el aire que respiramos.

Los niveles de NO2 registrados durante el estado de alarma son los más bajos para la segunda quincena del mes de marzo de la última década en todas las ciudades analizadas. Se mantienen además muy por debajo del valor límite y la guía anual de la OMS, cuando en las estaciones de tráfico dicho umbral se supera frecuentemente en el mes de marzo.

Esta bajada de la contaminación, se ha dado especialmente en los países desarrollados, debido a las medidas de confinamiento y a la reducción de la actividad económica. China para empezar, especialmente en las zonas donde el confinamiento de la población ha sido más estricto. También la región industrial del norte de Italia, muchas otras grandes ciudades del mundo como Nueva York o Los Ángeles en Estados Unidos, y en el conjunto de ciudades del Estado español. Las precipitaciones y la inestabilidad atmosférica predominantes durante el mes de marzo también han contribuido de manera importante a mejorar la calidad general del aire.

El NO2 cada año en el Estado español causa alrededor de 7.000 muertes prematuras, según el Instituto de Salud Carlos III y la Agencia Europea de Medio Ambiente. Es un gas irritante que agrava las enfermedades respiratorias y merma la resistencia a las infecciones.

La crisis de la enfermedad COVID-19 demuestra que la reducción del tráfico motorizado y los cambios en la movilidad son el mejor instrumento para rebajar la contaminación atmosférica en las ciudades. No obstante, no hay que olvidar que esto se ha producido en el marco de una situación extrema, en absoluto deseable, con muchas muertes, enfermos y graves problemas a muchísimas personas.

En definitiva, esta dramática situación creada por la pandemia del coronavirus viene a corroborar algo en lo que viene insistiendo toda la comunidad científica: que la reducción del tráfico motorizado en las ciudades tiene claros efectos en la disminución de la contaminación, lo que a su vez supone una importante mejora de la salud pública.

De todas formas, hay que tener en cuenta el llamado efecto rebote en las emisiones. Analizando otras crisis, las grandes caídas del dióxido de nitrógeno (NO2) en el caso de la contaminación atmosférica, o del dióxido de carbono (CO2) -principal gas responsable del cambio climático-, han coincidido con los periodos de crisis. Así, por ejemplo, en la recesión global de 2008-2012 se apreciaron una bajada impresionante de ambos contaminantes, y pocos años después se volvió a las "andadas".

Lo que no sabemos es con que intensidad se producirá, pero todo apunta a que sobrepasaremos los niveles de contaminación anteriores al coronavirus de manera progresiva, aunque un cambio es posible y factible, pero el gran hándicap es que los que mueven la economía mundial, van a hacer lo posible para crecer económicamente sin importarles gran cosa el medio ambiente y la contaminación, y volver a potenciar un consumismo desenfrenado. Ojalá me equivoque, y la lección aprendida durante esta pandemia, nos lleve a tomar medidas alternativas que apuesten por introducir una economía más sostenible.

Deberíamos aprender y sacar enseñanzas de esta experiencia. Una de ellas, es que cuando estamos contra las cuerdas, es cuando somos capaces de reaccionar con todo lo que hace falta. Una cuestión importante, es que la pandemia provocada por el Covid-19, debería ser un ensayo en la lucha contra el cambio climático, que no tiene el impacto rápido e instantáneo que está teniendo este virus, pero que se va a cobrar millones de vidas más que esta pandemia y no estoy hablando de en 100 años. Hemos aprendido que la humanidad necesita adaptarse a otra forma de vida, sin renunciar a todo, pero si a cosas que no son estrictamente necesarias. Y sobre todo siendo más eficientes, y con un giro radical en todos los aspectos relacionados con la generación de energía, con la movilidad, con el modelo de producción, con el consumo de bienes, etcétera.

En mi opinión, queda patente que la sociedad tiene capacidad de reacción ante fenómenos extremos. ¿Tendremos que esperar a los efectos más duros del cambio climático para reaccionar?

No hay que olvidar, que el coronavirus se propagó a través de la actividad de los mercados mundiales, y ahora si somos listos deberíamos intentar responder a esta crisis, cambiando de rumbo, y de esta forma, podremos enfrentarnos a futuras y desafiantes pandemias como la del coronavirus y a la otra gran pandemia que ya nos amenaza desde hace años llamada cambio climático.