La cereza en Milagro es algo tan inherente a su historia que va más allá de la actual producción para la venta que explota en jornadas como La Fiesta de la Cereza. El cerezo, era un árbol presente en cada huerto familiar y la recogida de sus frutos era más una fiesta de encuentro que un acto comercial pensando en la venta.

Así lo recuerda Rafa Abad, que a sus 64 años, ha pasado de la docena que tenía su abuelo a varios cientos. “La cereza está en mi vida desde que tengo uso de razón”, explica mientras pasea por unas hileras de árboles cuajados de frutos que destacan por su rojo brillante. “Más o menos, pero todas las familias tenían algún cerezo. El fin de semana íbamos toda la familia a su huerto y allí nos dedicábamos a cogerlas, llenábamos 20 ó 25 barquillas y al almacén para vender. Aquello era una fiesta, nos subíamos los niños a la escalera para llegar a las de arriba. No había esa sensación de negocio que hay ahora. Antes ni se trataban los árboles, mi abuelo tenía un cubo con una escoba y lo hacía una vez al año. No les daba tanto cariño. Hoy en día se está todo el rato pendiente de ellas para darles cariño, como si se tratara de un recién nacido”. La preparación ha cambiado hasta el extremo de que incluso la apariencia de los árboles ha variado ya que se clarean dos veces al año y se evita que suba mucho el árbol para que su recogida sea más sencilla y no hagan falta escaleras.

Imagen de algunas de las cerezas plantadas en Milagro. Fermín Pérez Nievas

De contar por cerezos a contar por hectáreas

Es casi mediodía y los últimos trabajadores se afanan en coger las últimas unidades para dejar de trabajar a las 13 horas, de un día largo que comienza a las 7.00, con las primeras luces. Hacia las 16 o las 17, se iniciará la segunda parte de la jornada, siempre bajo un intenso calor y mirando al cielo para barruntar el peor enemigo, las lluvias.

“Antes se contaban los cerezos y ahora se cuentan las hectáreas”. Si bien dentro de la Indicación Geográfica Protegida Cereza de Milagro hay productores que tienen 10 ó 15 hectáreas, los agricultores pequeños tienen media hectárea o una y teniendo en cuenta que en cada hectárea puede haber 600 cerezos en producción, la cifra de cerezos de la IGP puede ser apabullante, dentro de las 110 hectáreas que se enmarcan en la denominación.

“En aquellos años teníamos una cereza autóctona nuestra, de Milagro, que no hemos conseguido mantener y que ha desaparecido. Hoy la cereza es un mundo, en el que hay 150 ó 200 variedades. El cerezo es un árbol muy delicado, se seca mucho, da muchos problemas y teníamos una variedad autóctona que no hemos conseguido mantener. Es el único producto que no es rentable asegurar. Agroseguro se porta de pena con las rajadas. En esta zona es imposible asegurar”, comenta Abad.

Uno de los trabajadores recogiendo los frutos rojos del árbol. Fermín Pérez Nievas

Un mundo de variedades

“Hace 30 ó 40 años, la cereza era sota, caballo y rey. Ahora que si más blanca, más dura, más crujiente, más ácida, que madure de dentro a afuera o de afuera a dentro. Hay otras que sin estar negras están ya maduras…. Es mucho más costoso, pero la gente lo valora, ahora hay mucha más calidad que entonces”.

Durante casi tres meses (mayo, junio y julio), las calles de Milagro son un ir y venir de cajas del fruto rojo a los almacenes de donde salen para toda España. “Una cereza puede estar a las 8 de la mañana en su árbol y a las 8 del día siguiente en Oviedo”.

Los agricultores plantan las variedades de tal manera que según maduran, van pasando de unas hileras a otras y asegurándose que durante esos tres meses de producción tiene producto. “Se programan las variedades para ofrecer el producto durante toda la campaña. La más temprana sería la nimba, la early bigi y burlat. Las últimas la staccato, la sweet heart, la summer charm… y entre medias hay todo un mundo, es increíble y todas tiene su por qué. Si es dura y crujiente se pierden todas si cae una chaparrada. Si es más blanda lo aguanta mejor, pero para la conservación es peor. Todas tienen sus pros y contras”.

“Ha puesto a Milagro en el mapa. No sé si por los dos ríos que la bañan, la temperatura, la tierra o qué, pero es una zona privilegiada para la cereza”.

Rafael Abad - Agricultor de Milagro

A sus 64 años piensa en plantar nuevas variedades “aunque no sé lo que me quedan en el convento”, pero sabiendo que tiene quién siga en la tradición. “Tengo una hija que le guste esto más que ninguna otra cosa. No vive de esto, pero la tradición le atrapa. Por eso voy a plantar. No se puede vivir de esto, pero ayuda, es un producto que dentro de tu organigrama como agricultor está muy bien, pero hacen falta otras cosas. Es muy arriesgado porque le da hoy por llover y se pierde todo”.

Para Rafa Abad, la cereza “ha puesto a Milagro en el mapa. No sé si por los dos ríos que la bañan, la temperatura, la tierra o qué, pero es una zona privilegiada para la cereza”.