Enfermamos y morimos, es parte de nuestra condición humana. Esta es una realidad más allá de cualquier consideración o debate intelectual, y a pesar de ello, la muerte, a menudo es vivida como un fracaso. Hemos fantaseado tanto con la posibilidad de la omnipotencia, que asumimos que la muerte es siempre causada por una enfermedad o consecuencia de un accidente y no como parte de nuestro ser mortales, nos morimos porque nos tenemos que morir. Se dan circunstancias tan asombrosas como las que comentaba el escritor Juan Marías, en la que contaba que habiendo muerto una señora de ciento cinco años, el médico puso en el certificado de defunción "murió de muerte natural". Sin embargo, el juez correspondiente no aceptó que se pudiera morir por semejante e "inconcreta" causa, y obligó al doctor a rehacer el certificado.

"Jodido raso" fue la expresión dialectal de Tierra Estella-Lizarra aldea, con la que una amiga calificaba el delicado estado de salud de un tío suyo octogenario, que en los dos últimos años había estado en varias ocasiones flirteando con la Parca. Dependiente, encamado, con deterioro cognitivo, empeoró hace ya varias semanas, al principio de la pandemia. Le hicieron la prueba del covid-19 y efectivamente dio positivo. Mi amiga matizaba que si le hubieran hecho la prueba de cualquier otro patógeno también hubiera dado positivo, y no solamente ahora, sino hace un mes, dos y diez meses, ya que estaba jodido raso. Hoy es uno más de esas centenas, vamos por la cuarta mientras escribo estas líneas, de navarros y navarras que han muerto por el coronavirus, aunque sería más preciso señalar, al menos en este caso, que murió con el coronavirus.

Si este buen y muy querido hombre, hubiera muerto hace unos meses, cosa que a nadie hubiera extrañado, además de no engrosar esa lista del pánico, habría permitido que sus seres queridos le acompañaran hasta el último instante, y muy probablemente habría muerto en su casa, rodeado de los suyos. Pero no pudo ser, su abrazo final, el beso de nieve, estuvo mediatizado por este virus y por las decisiones tomadas para evitar su propagación de confinamiento, parálisis de la sociedad y aislamiento social, que basado en las recomendaciones de expertos, han tomando los gobernantes, en mayor o menor medida, en la mayoría de los países del mundo. Quizás el mayor éxito, por no decir el único, de estas medidas que se tomaron, ha sido que los servicios sanitarios y en especial las unidades de cuidados intensivos, no se han visto colapsadas, excepto en momentos puntuales y en lugares concretos.

Las consecuencias de estas decisiones, se verán en los próximos meses, incluso años, y en todos los niveles: intrapsiquicos, interpersonales, sociales, económicos, laborales, etc.

En el siglo XVI los primeros exploradores del sur del continente americano que seguían la vía abierta por Magallanes, contactaron con el pueblo indígena llamado Tehuelche, cuyo nombre deriva del mapuche "Chewel o Chehuel", bravo, arisco y "Che" gente, cuyas huellas, en parte ampliadas por las pieles que les servían de calzado, eran muy superiores a las de los europeos de aquella época, por lo cual les llamaron "patones", es decir "de pies grandes", de donde derivó a "patagones" y de ahí que se conozca esa tierra con el nombre de Patagonia, que comparten en la actualidad Argentina y Chile.

Siglos después, a finales del XIX y principios del XX, basados en los criterios de expertos de esa época, se decidió agrupar a los pueblos indígenas, que hasta ese momento seguían viviendo en pequeños grupos, para "protegerlos y cuidarlos" de las cacerías de las que eran objeto y por las que se llegó a pagar hasta una libra esterlina por cada indio muerto. Ciertamente estos nativos ya no morían en cacerías, estaban seguros y protegidos pero comenzó un proceso de transformación de su vida nómada en sedentaria y el cambio de sus hábitos ancestrales, incluida la vestimenta, dejando de usar el aceite de lobo marino y la capa que los protegía del agua de la lluvia y del frío, debiendo usar ropa occidental, la que al estar permanentemente húmeda les trajo nuevas enfermedades. La intención era buena, ya que estos pueblos indígenas eran presa fácil para estos cazadores. Sin embargo aquellos expertos que querían proteger estas poblaciones indígenas no sopesaron los inconvenientes de esa medida que en pocos años supuso la desaparición de grupos étnicos enteros como los Kawésqar, Tehuelches, Onas, Mánekenks, y Yámanas. A las innumerables mermas de población ocasionadas por las cacerías de que fueron objeto, debía agregarse ahora los estragos provocados por las diversas enfermedades infecto-contagiosas que no conocían, que adquirieron al ponerse en contacto con las poblaciones colonizadoras. El problema se agravó, involuntariamente, al estar agrupados, lo que ocasionó una pandemia brutal que en definitiva terminaron por ocasionar un daño tanto o mayor del que se les quería proteger.