Soy madre de 4 niños que juegan al ajedrez en el Club Oberena y estoy siguiendo con cierto estupor las cartas que se están publicando en Diario de Noticias sobre la polémica que surgió en principio por un torneo online oficial convocado por la Federación Navarra de Ajedrez (FNA), pero que han derivado en una ilógica y sin sentido retaila de acusaciones, mentiras, falacias y difamaciones que han conseguido que dedique mi escaso tiempo a dar mi opinión al respecto.

1. Aplaudo la decisión de la FNA de activar desde el inicio del confinamiento diversas actividades y abrirlas a todos los niños para que puedan seguir entrenando y compitiendo en este deporte. Ojalá en otras disciplinas fuera tan sencillo poder pasar a formato online. Con un simple móvil cualquier niño puede jugar y competir y pondría la mano en el fuego porque no hay ni una sola familia de un niño federado en ajedrez que no disponga de un móvil / ordenador en casa.

2. La imagen que estamos dando como deporte es patética. Si yo fuera ajena al mundo del ajedrez y leyera lo que se está publicando creería que esto es una mafia de tramposos y desconfiados que se clavan cuchillos por la espalda a diestro y siniestro. Claramente se me quitarían las ganas de llevar a mis hijos a practicar este deporte.

Por suerte llevo casi 8 años asistiendo de manera sistemática a torneos y doy fe de que lo que se está publicando es la excepción y además siempre protagonizada por los mismos actores. Creo que es muy triste que rivalidades personales, enquistadas durante años, enmarcadas además en una fase "preelectoral" acaben "enmierdando" así este deporte, a sus jugadores, familias y clubs.

Yo ni me planteé que alguien pudiera hacer trampas porque para bien o para mal este es un deporte donde todos nos conocemos y los despegues de niños no se producen en una semana de confinamiento. Al tramposo, de haberlo habido, se le hubiera pillado no por las webcams, sino porque todos sabemos al nivel de juego al que están los niños, y además, antes o después volveremos a los tableros físicos donde todo volvería a su ser. Quiero creer que ningún entrenador y mucho menos los padres queremos que nuestros hijos ganen a cualquier precio. El ajedrez, como casi todos los deportes es un entrenamiento para la vida, que imprime disciplina, exige esfuerzo, ayuda a aprender de las derrotas€ Sinceramente no fui capaz de imaginar ni por un momento ese escenario de tramposos dibujado por Mikel Razkin en la primera carta que dio lugar a la saga que vino después. Quizá porque en mi entorno más cercano de ajedrez, Oberena, este escenario no sólo no existe, sino que si en algún momento alguien ha tenido la tentación de plantearlo se le han puesto rápidamente los puntos sobre las ies y se le ha dicho con claridad nítida que debería ir pensando en buscar otro club.

3. Eso es lo que yo he conocido de primera mano durante ocho años asistiendo a torneos de todas las edades y creo que todos los padres que están llevando a sus hijos a Oberena suscribirán lo que acabo de afirmar.

Algunas de las cartas publicadas estos días atacan de manera directa al club en el que entrenan mis hijos y especialmente a uno de sus monitores. Lo que era una teórica crítica a un torneo online ha derivado en un escarnio público a un entrenador de Oberena: Diego Moral. En respuesta a lo que he leído, voy a contaros quién es este hombre, porque tristemente quienes no lo conozcáis y os hayáis hecho su composición a la luz de lo publicado en algunas de las cartas debéis tenerlo dibujado con rabo, cuernos y "sarde".

Diego fue la primera persona que conocí en el mundo del ajedrez el día que llevé al mayor de mis hijos a clase. Tosco en las formas al principio, me sorprendió su gran destreza para leer a cada niño, para darle a cada uno lo que necesita en cada momento. Sus clases son puro arte para enganchar a los pequeños a un deporte que, sinceramente, de primeras es aburrido, aburrido, aburrido. Diego es sobre todo un maestro, no un gran maestro, sino un maestro de esos que disfrutan transmitiendo sus conocimientos de ajedrez envueltos en diversión. "Hilde, si los niños no disfrutan con este deporte, por mucha capacidad que tengan y por mucho que los padres quieran tener campeones en casa, antes o después lo dejarán", me ha dicho muchas veces. Profecía que he visto cumplirse por desgracia.

Novela las partidas a sus alumnos, les hace reírse, y entre broma y broma, movimiento a movimiento, inyecta en los niños una afición sana y noble por un deporte exigente donde cada partida es distinta y el más mínimo error se paga con la derrota. Claro que le gusta que sus alumnos ganen, pero siempre ha dedicado más tiempo a explicar los errores cometidos en las partidas que a festejar las victorias. Le he visto corregir malas prácticas cuando alguno de sus alumnos ha querido ganar la partida a cualquier precio porque Diego no sólo educa para el ajedrez, educa para la vida. Entre sus alumnos hay campeones de Navarra y de España, pero sobre todo hay buenos chavales aficionados por un deporte minoritario, chavales que le quieren, le respetan, porque el tiempo que les ha regalado y esa mano izquierda con la que consiguió enamorarles a este deporte, no tiene precio.

Acabo la carta dando las gracias Diego de parte de todo el Clan Arregui Gonzalez y me permito un consejo para toda la familia del ajedrez navarro: no perdamos el tiempo en trifulcas barriobajeras y destinemos nuestras horas a lo que realmente vale la pena: acompañar a nuestros hijos / alumnos a descubrir y disfrutar de un deporte que les aporta buenas competencias para manejarse en la vida.