Del transcurso del juicio en el Tribunal Supremo a varios de los principales dirigentes catalanistas se está escribiendo mucho y aún se escribirá más hasta su final. Y supongo que la cosa continuará tras la sentencia, sea cual sea. De todo lo ocurrido hasta ahora, desde la falta de pruebas que demuestren las acusaciones de rebelión, sedición o malversación que pesan sobre los acusados o la incomprensible actitud de las acusaciones públicas, fiscales y abogados del Estado -en algunos casos cayendo en el ridículo más absoluto-, me queda la declaración como testigo de Urkullu, lo más interesante y revelador de lo ocurrido entre las bambalinas políticas aquellos días, la evidencia de que Rajoy mintió al tribunal en su testimonio y, sobre todo, el alarde de cobardía del mismo Rajoy, la exvicepresidenta Sáenz de Santamaría y el exministro de Interior Zoido. Los tres se desentendieron de las duras cargas policiales contra los ciudadanos en Catalunya el 1-O para tratar de eludir su responsabilidad política por aquellas imágenes de violencia policial que recorrieron el mundo. Vinieron a decir que esas cargas, esos golpes indiscriminados contra ciudadanos pacíficos que trataban de ejercer su derecho democrático a votar, fueron una decisión de las mandos y de los propios agentes al margen de ellos. Acojonante, afirman que hubo una rebelión violenta y ninguno de los tres miembros del Gobierno central implicados hizo nada para evitarla o sofocarla. Miraban las noticias en las televisiones. Estábamos en manos de inútiles o mentirosos. Y mentir como testigos ante un tribunal está penado hasta con tres años de cárcel. Quizá sea lo más indigno que se haya visto y escuchado hasta ahora en la sala del Supremo. Porque si de esa violencia policial, de la puesta en práctica de aquel grosero ¡a por ellos! que se entonaba con euforia indisimulada camino de Catalunya, se derivan finalmente algunas responsabilidades penales para sus protagonistas, igualmente debieran derivarse responsabilidades políticas para los responsables en el Gobierno de Rajoy. Penosos.