Diversas asociaciones de periodistas denuncian ahora que la libertad de prensa corre peligro tras el veto de organizaciones políticas a periodistas de medios que no coinciden con sus intereses partidistas. Está bien, pero no es nuevo. Ni siquiera reciente. Desde hace tiempo no es ya solo un problema de las organizaciones políticas, es un problema propio de la profesión periodística. Demasiados silencios anteriores. Pero está bien que de vez en cuando alguien se acuerde de ello. La excusa es en esta ocasión el veto de Vox a determinados medios y periodistas y su amenaza de cerrar televisiones. Lo que no acabo de entender es por qué se ciñe la denuncia a Vox. No tengo ninguna cercanía a este grupo ultra, pero los vetos de políticos y partidos a medios que no son de su gusto son muy anteriores a Vox. Sin ir más lejos, a DIARIO DE NOTICIAS también le acaba de vetar la coalición Navarra Suma, o al menos su candidato Sayas. Tampoco es cierto que Vox sea el paradigma en la amenaza de cierre de televisiones. Ese mismo mensaje lo han lanzado Ciudadanos y el PP. Y esa misma amenaza la ha cumplido UPN abusando de ilegalidades y prevaricaciones durante años en Navarra contra la libre captación de las emisiones de EITB o de la radio Euskalerria Irratia, por ejemplo. Igualmente, en varias ocasiones ha tratado de eliminar o recortar al máximo la publicidad institucional de este periódico con todo tipo de subterfugios. Tampoco es un paradigma exclusivo de las dictaduras o de las democracias en retroceso hacia regímenes autoritarios. En el Estado español se han cerrado medios y encarcelado a periodistas. Y se sigue tratando de anular el derecho a la información, el derecho a saber, de los ciudadanos y ciudadanas con todo tipo de medidas de presión y control de los contenidos informativos, ya sean informaciones, opiniones, análisis, fotografías o imágenes. Las conferencias de prensa sin preguntas ya normalizadas, sin ir más lejos. Los depredadores de derechos democráticos fundamentales como la libertad de información, la libertad de expresión y la libertad de opinión son muchos, no sólo dictadores y fanáticos, grupos terroristas o las diferentes mafias organizadas. Al contrario, los más efectivos censores forman parte del poder político, económico, financiero, judicial, religioso... normalizado. También en las democracias. O más aún incluso.