se cumplen 30 años desde que los tanques entraran en la plaza de Tiananmen y la convirtieran en el escenario de una matanza de estudiantes, trabajadores e intelectuales tras casi siete semanas de protestas pacíficas al son de La Internacional para reivindicar mejoras sociales, laborales y derechos democráticos. A aquella masacre le siguió el manto del silencio, la imposición de una verdad oficial que ha intentado borrar de la historia los hechos y las purgas internas en el Partido Comunista, empezando por su entonces secretario general Zhao Ziyang, quien permaneció en arresto domiciliario hasta su muerte, en 2005. No hay datos oficiales de la matanza y las cifras bailan según las fuentes entre cientos de muertos y miles de asesinados. Ni tampoco de la represión posterior, aunque se calcula que decenas de miles de personas fueron arrestadas. Por supuesto, nunca ha habido una investigación independiente. Ni mucho menos responsables. Tiananmen es un lugar emblemático en el imaginario político y social de China: desde allí proclamó la victoria comunista Mao en 1949. Quizá por ello, miles de policías y agentes chinos inundaban ayer el lugar y las zonas adyacentes para evitar toda reivindicación de la memoria histórica. Una represión que con el paso del tiempo ha sustituido los tanques por el control digital -a través del reconocimiento facial y el acceso a las redes sociales particulares- de la vida de cientos de millones de ciudadanos chinos. Porque la verdad oficial no ha logrado imponerse a la verdad real. El Movimiento de las Madres de Tiananmen es un ejemplo. Aunque las democracias occidentales se acuerden de ellas sólo cada cinco o diez años, y tras no tener reparo alguno en humillar los valores democráticos a los valores geoestratégicos y económicos que imponen los intereses del régimen chino. Más ahora, con China convertida en una potencia científica, industrial, económica y militar mundial en plena guerra comercial con EEUU por el liderazgo mundial del comercio y el control de las nuevas tecnologías. Otra fría sombra alargada.