Dicen que Esparza está nervioso. Más nervioso conforme pasan los días. Viajar a Madrid y pasear el tenebroso cadáver de ETA es un último recurso. Esparza logró una buena foto la noche electoral, pero el paso del tiempo está demostrando que una cosa es la foto de los 20 escaños y otra la realidad política de esos 20 escaños. De hecho, UPN mantiene los mismos 15 parlamentarios que logró en 2015, cuando perdió el poder, uno de los peores resultados de su historia electoral. Los otros cinco de Navarra Suma se los han llevado Ciudadanos (3) y el PP (2), un regalo que muy difícilmente hubieran logrado de participar con sus siglas en las elecciones. Y para ese exiguo resultado, Esparza renunció a las siglas de UPN. El bagaje de esa operación electoral aparece poco a poco menos bueno. Y acabará siendo malo si el número de ayuntamientos recuperados es menor del esperado y, sobre todo, si Esparza no llega a la presidencia del Gobierno, un hecho que cada vez parece más lejano. Condenada al fracaso su propuesta de ofrecer la abstención de sus diputados a Sánchez a cambio de que el PSN le regalara el cromo del sillón de presidente en Navarra -la iniciativa era poco eficiente y menos edificante desde el comienzo-, su margen de maniobra es cada vez más escaso. Más cuando sus socios de coalición en Navarra campan ya sin complejos por todo el Estado de la mano de Vox pactando mayorías para echar al PSOE en Murcia, Castilla y León o Madrid que sumar a la operación que ya pusieron en marcha en Andalucía. No sólo ha regalado escaños y presencia institucional en Navarra al partido de la corrupción y al antiforalismo -Ciudadanos sigue defendiendo el fin de la bilateralidad entre Navarra y el Estado, la eliminación del autogobierno y cuestionando el Convenio Económico-, ejes del actual bienestar social de los navarros y navarras, sino que ahora éstos le responden situando de nuevo a UPN en el foco de la ultraderecha. Es cierto que Esparza ya envió a UPN al acto de Colón junto a Vox y que Esparza ha recibido la mayor parte del voto que tuvo Vox en Navarra en las pasadas generales, pero esa alianza ahora es un muro imposible para sus intereses en Navarra. Si no llega al Gobierno, Esparza sabe que su futuro político está ya determinado y que esa forzada operación con Ciudadanos y PP saltará en poco tiempo por los aires. Tiene motivos para estar nervioso.