el Instituto Nacional de Toxicología publicó este miércoles un informe que revela que, del total de fallecidos en carretera en 2018, el 43,4% de los conductores a los que se les practicó autopsia habían consumido alcohol, drogas y psicofármacos, ya sea de forma aislada o combinada. Un dato absolutamente inaceptable, sobre todo si se tiene en cuenta que el estudio menciona que a los 535 irresponsables que perdieron la vida al ponerse al volante en semejantes condiciones, hay que sumar los 73 acompañantes y los 143 peatones que corrieron idéntico destino. Fueron muertes que serán evitables el día que los coches dispongan de sensores que los inmovilicen cuando detecten que quien pretende arrancarlo está bajo los efectos del alcohol o las drogas. Ya hay fabricantes que han anunciado su incorporación para 2020, pero estos dispositivos que incapaciten para la conducción a quien esté colocado podían estar generalizados desde hace tiempo, porque no es algo tecnológicamente complejo. De momento, y a la espera de que los vehículos antibolingas sean una realidad, la Fiscalía anunció ayer que los agentes de tráfico deberán grabar y llevar al Juzgado a cualquier conductor con signos externos de haber consumido drogas.