En los viejos tiempos de la política se respetaba un periodo inicial al Gobierno formado tras cada periodo electoral con lo que entonces se denominaban los 100 días de cortesía. Se trataba de un espacio de tiempo en el que las aguas del debate político retomaban a un cauce calmado más que nada para dejar reposar las consecuencias del debate electoral previo, analizar pausadamente los nombramientos y las intenciones que de los mismos se puedan entrever y asistir con cierta perplejidad a las primeras decisiones de los responsables del nuevo Gabinete. Sobre todo la perplejidad que afecta a quienes deben resguardarse otra vez de las andanzas del Gobierno en las frías bancadas de la oposición. Pero en estos tiempos embarrados de la política ya no se lleva ese tiempo de cortesía. Quizá porque, al menos en el caso de Navarra, la perplejidad confusa se ha instalado en las derechas desde que en 2015 fueran desplazadas del poder -que habían controlado casi tres décadas- por la mayoría política que formó el Gobierno de Barkos. Y tras los comicios de mayo de este año esa perplejidad por perder de nuevo el poder sólo se ha acrecentado tras el acuerdo entre PSOE, Geroa Bai, Podemos e I-E que ha llevado a la socialista Chivite a la presidencia del Gobierno -aunque en minoría- y dejado al frente de derechas de Navarra Suma, junto a EH Bildu por ahora, atrincherado de nuevo en la oposición. Ni 100 días de cortesía ni nada que se le parezca. Acoso mediático y parlamentario desde el minuto uno. Al discurso bronco y duro de los últimos cuatro años, le ha seguido un lenguaje aún más crispado y descalificativo y una batería de preguntas y reclamación de supuesta información en la Cámara. Los temas siguen siendo los mismos, euskera, símbolos, administración, sanidad pública, ETA, fiscalidad, IRPF... El objetivo no es controlar la acción de Gobierno desde la Cámara, sino utilizar la Cámara para bloquear el trabajo político del Gobierno desde la Administración. Con los mismos argumentos que han sostenido casi en exclusiva su discurso de oposición los últimos cuatro años y de los que no parecen salir. No les sirvió para frenar al cambio político en 2015, no les ha servido tampoco este 2019 y no les servirá para recuperar el poder. Cada vez tiene que ver menos con la realidad y con los problemas y necesidades reales de los navarros y navarras. Al contrario, no hay, como no ha habido hasta ahora, una sola aportación positiva a la sociedad navarra, porque todo su discurso político se centra en buscar la inestabilidad. Un camino hacia ningún sitio.