siempre he defendido que el debate de Presupuestos es uno de los argumentos políticos de mayor interés social de cada año, aunque sea al mismo tiempo un asunto que la sociedad observa cansinamente desde lejos. Mucho más importante que los debates recurrentes de cada semana en el Parlamento sobre los mismos temas y con los mismos argumentos. En los Presupuestos se diseñan las líneas estratégicas de la acción de gobierno y las prioridades de la inversión pública. También la apuesta de la política fiscal, que es la vía que sostiene las políticas de gasto e ingreso para abordar con eficacia las demandas y necesidades de la sociedad navarra. Y lo es más cuando necesita sumar el apoyo de otras fuerzas políticas para alcanzar una mayoría que garantice la aprobación de los Presupuestos, como es el caso del Gobierno de Chivite. Sus socios políticos -Geroa Bai, Podemos e I-E- apuestan por sumar esa mayoría negociando con EH Bildu. Parece lógico. Sobre todo si se tiene en cuenta que Navarra Suma está ubicado en una estrategia de oposición de acoso y derribo sin concesiones contra el PSN y Chivite. La disposición de Esparza ahora a negociar los Presupuestos no pasa de un movimiento mediático de cara a la opinión pública ante las cada vez mayores críticas por su apuesta por la confrontación permanente y el extremismo y no puede ocultar su intención real de buscar el desgaste y la división en el seno del propio Gobierno y del PSN con sus socios. La posición de EH Bildu ha sido más posibilista y dispuesta al acuerdo -como se ha visto en otras instituciones como la Mancomunidad de Pamplona o la Federación de Municipios y Concejos- que la de Navarra Suma. Además de que también en política como en misa es difícil estar en un sitio y en otro a la vez. En todo caso, en este tiempo el debate de Presupuestos también está mediatizado por la campaña del 10-N y por las negociaciones posteriores para conformar un Gobierno en el Estado. Hay mucho tiempo por delante para consensuar mayorías y aprobar los Presupuestos de 2020.