cuando fundaron la Asociación de Daño Cerebral de Navarra (Adacen), en octubre de 1994, Toya Ona, Máximo Abete y José Luis Herrera nunca pensaron en colgarse medallas. Lo hicieron movidos y conmovidos por las urgencias de quienes padecen traumatismos craneoencefálicos e ictus severos. Adacen se constituyó entonces como un soporte vital para seres dolientes necesitados de cuidados específicos y de programas rehabilitadores al fin de recuperar funcionalidad hasta donde fuera posible, siempre asidos a la esperanza de mejoría y al respaldo incondicional de su entorno. Un cuarto de siglo después, Adacen ha atendido a 3.000 pacientes y dispone de un capital humano cercano al centenar de efectivos entre profesionales y voluntarios que han procurado la gesta de progresar colectivamente en procesos innovadores, incidiendo en la sensibilización ciudadana para prevenir conductas de riesgo. Herrera, en nombre de quienes han escrito con letras de platino la fecunda historia de Adacen, recibirá mañana bien merecidamente la máxima distinción de Navarra, una medalla de impronta popular al representar esta sí a toda la Comunidad. Oro puro para nuestra tierra, cuya pujanza se basa antes que nada en su entramado asociativo, la clave de la cohesión social que posibilita todo lo demás.