Ahora toca el tiempo de zurrar la badana a Europa. A Europa como proyecto político democrático, claro. No ha gustado mucho de Cortes hacia abajo la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que pone en evidencia al Supremo español por vulnerar los derechos políticos como eurodiputado del líder catalanista Junqueras. Un fallo que abre la puerta a su puesta en libertad y el acceso a Puigdemont y otros dos eurodiputados catalanes electos al Parlamento Europeo. La respuesta, de nuevo, vuelta al pasado. La ultraderecha y destacados miembros de la derecha ya han señalado a la UE como enemigo de España. Periodistas a sueldo del fondo de reptiles, tertulianos mangarranes e ignorantes y pseudointelectuales de pacotilla asaltan editoriales, micrófonos y cámaras con todo tipo de exabruptos contra la legalidad europea dejando de lado que es también la legalidad española, que es la que realmente vulneraron los jueces del Supremo con sus triquiñuelas. Vuelta a las viejas consignas: que inventen ellos y el manido contubernio como paradigmas resumen de todas ellas. Regreso a la autarquía y desprecio a todo lo que esté más arriba de los Pirineos y aquello que hacia abajo no sea el nacionalismo español más rancio y casposo. La queja y el lloriqueo como señas de identidad y la búsqueda constante de enemigos contra los que desfogar sus complejos. Un infumable tufo a viejo franquismo campa a sus anchas por medios, redes e instituciones. En apenas unas horas, la palabra Spexit, el traslado de brexit, inundaba las redes sociales alimentada por miles de bots automatizados para efectuar tareas repetitivas a través de Internet. Un instrumento de manipulación e intoxicación política de la opinión pública. La salida del la UE cobra cuerpo. La vuelta al aislacionismo político como argumento político en manos de Vox. Muy pocas voces analizando jurídica y políticamente el alcance y las consecuencias de la sentencia en favor de Junqueras. Y las razones de la debacle constante de los altos tribunales españoles en el marco de la justicia garantista de la Europa democrática. Pocas y tapadas por el ruido ensordecedor de las diatribas antieuropeístas. La ultraderecha tiene un mismo objetivo en toda Europa: poner fin a la democracia. Y ya está aquí.