que el diputado de Teruel Existe, Tomás Guitarte, haya tenido que pasar la noche previa a la votación de investidura de Sánchez de ayer en un lugar secreto por motivos de seguridad o que decenas de diputados socialistas hayan tenido que denunciar coacciones y amenazas personales y familiares son dos penosos ejemplos de hasta donde ha llevado la desmesura de sus discursos las derechas españolas. Llamamientos a la rebelión y al transfugismo, discursos exaltados e irresponsables y el soborno político y el fondo de reptiles mediático como señas de identidad de la política española que campa por los pasillos y salones de Madrid. Es el atrezzo final de un escenario que cambia de trama con un Gobierno Progresista -el único posible tras el 10-N-, con un acuerdo plural y amplio y una coalición de gobierno históricos. Sánchez ya es de nuevo presidente del Gobierno central. Y ahora empieza la andadura un proyecto con pretensiones ambiciosas de cambio y regeneración democrática, pero también con evidentes dificultades por delante para llevarlo a cabo. La diferencia de partida es mínima, 167 votos a favor -PSOE, Unidas Podemos, PNV, BNG, Más País, Compromís, Teruel Existe y Nueva Canaria-, 165 en contra -PP, Vox, Ciudadanos y UPN, los independentistass de JxCat y la CUP y PRC y Coalición Canaria-, más las 18 abstenciones de ERC y EH Bildu. El Consejo de Ministros aprobará las primeras medidas en 10 días, en 15 días se debe poner en marcha la Mesa de Diálogo para Catalunya y en el horizonte próximo los Presupuestos de 2020. Serán la primera avalancha de la acción política del nuevo Gobierno de Sánchez. No creo que las grandes reformas en el ámbito social, político, fiscal, laboral, en sanidad o educación o en derechos sociales tengan problemas aritméticos. De hecho, en más de un caso en esas propuestas las abstenciones de EH Bildu y ERC serán votos afirmativos. No creo, por ejemplo, que ambos partidos hayan llegado hasta aquí para tumbar a la primera unos nuevos Presupuestos -los actuales los elaboró Montoro con Rajoy de presidente hace ya dos años- y dejar la Legislatura sin recorrido. También me extrañaría que la CUP y JxCat se mantengan permanentemente en el bloque del no, en ese espacio exagerado de un apocalipsis irreal y un berrinche absurdo, junto a unas derechas que bailan al son de la ultraderecha. El PP y UPN deberían pensárselo, pero no creo que lo hagan. Como en Navarra, seguirán anclados en el ruido inútil y la política tóxica y destructiva de los valores de convivencia de la democracia. En esos ámbitos de actuación política, el Gobierno contará creo con más margen de votos que el resultado ajustado de ayer. Otra cosa será cuando se aborden las necesarias reformas de regeneración democrática que exige la deriva de sus instituciones más importantes, empezando por la separación de poderes y el poder judicial y siguiendo por la renovación del modelo territorial del Estado. Esa incógnita es la principal incertidumbre de futuro de una Legislatura que es imprescindible para superar los años de bloqueo político y crisis institucional y afrontar los retos reales de la sociedad y de las nuevas generaciones en este siglo XXI. La alternativa derechista es un camino a más bloqueo, más crisis política e institucional, más corrupción y menos democracia y más confrontación territorial. En definitiva, un pésimo camino ese para la mayoría.