Que Maya haya cedido a las presiones de la ultraderecha y haya cancelado una charla sobre sexualidad en la Casa de las Mujeres de Iruña es un problema ideológico del propio Maya y de Navarra Suma. Pero que Maya haya situado de nuevo a Pamplona en el centro del mapa de la estupidez política es un problema de imagen que afecta a todas las pamplonesas y pamploneses. Un imagen de esta ciudad impropia del siglo XXI. Un acto de censura pura y dura al dictado de Vox. Iruña no tiene por qué cargar con esa pesada mochila de una ciudad viejuna, reaccionaria y en blanco y negro. Ya hizo el ridículo al vetar en Navidades la actuación de los payasos Pirritx, Porrotx y Marimotots -le respondió un Anaitasuna abarrotado con 3.000 niños y niñas- y ha arrastrado a sus compañeros alcaldes en Estella-Lizarra y Burlada a hacer el mismo ridículo después. Ahora, la censura de una charla programada desde hace dos meses e informada en el Consejo Municipal de la Mujer es una muestra más de cómo Navarra Suma ha convertido a UPN en un rehén primero de los discursos del PP y de Ciudadanos y ahora ya directamente de la agenda política de Vox. Además de que desautoriza a los concejales responsables de ese Área, incluidos los de su propio grupo municipal, y a los técnicos y técnicas de Igualdad del Ayuntamiento. Es también un ataque más al derecho constitucional y democrático de la libertad de expresión y un paso más en el intento creciente de eliminar la enseñanza en libertad. Maya no ha querido admitir que su alcaldía está sometida a una mayoría democrática en el Pleno de Iruña que no le apoya -de hecho ha sido incapaz de sumar una mayoría para aprobar los Presupuestos de 2020- y, quizá me equivoque, pero creo que si sigue chapoteando todo tipo de charcos en esta deriva autoritaria hacia una extrema derecha rancia y casposa con decisiones y actitudes ideológicas que nada tienen que ver con los intereses generales de Pamplona ni de sus ciudadanos no acabará los cuatro años de la Legislatura como alcalde.