me parece un poco grandilocuente titular la gira de un grupo musical de "despedida", como si sus temas enmudecieran cuando cae el último bis, como si la memoria de los discos y cedés se borrará de repente. Eso no sucede cuando las melodías y los momentos que evocan siguen perennes en la memoria de una generación. Pueden pasar años, pero un par de notas provocan la misma cascada de sensaciones que la magdalena de Proust. Con esa escusa, la de decir adiós, Alejo Stivel y Ariel Rot pasaron ayer por Pamplona pellizcando el corazón de los cincuentañeros (y más) con los temas memorables de Tequila. Los suelos de las discotecas (aquellos sitios ya extinguidos donde servían medios cubas en vaso de tubo y bajaban la luz cuando ponían las canciones lentas) resistieron con firmeza los embates de la juventud desatada de finales de los setenta que corría a la pista al ritmo del mítico Salta. Lo pasamos muy bien con Tequila. El coche iría escaso de gasolina, pero no podía faltar el cassette (la cinta) de Matrícula de honor ni en la ida ni en la vuelta. Son buenos recuerdos, también de la gente con la que los compartimos y que ya no están. Porque, pese a lo que dice la canción de Tequila, el tiempo nos ha cambiado, por dentro y por fuera. Cada uno ha resistido hasta donde han llegado las fuerzas y los compromisos. Salta hasta cuando puedas...