de aquellos polvos estos lodos. La vida licenciosa del rey emérito le puede acarrear problemas; no digo que la Justicia del Reino Unido lo acabe sentando en el banquillo, que me cuesta creerlo, pero sí que lleva camino de ser expuesto al escarnio de la opinión pública si una de sus amantes más populares termina tirando de la manta y desvelando secretos, no de alcoba, que es lo que el pueblo llano quiere oír, sino de actividades financieras realizadas bajo el amparo de su corona y para su lucro personal. Ya sabemos que esa generación de Borbones tuvo que espabilar porque el padre, Juan, conde de Barcelona, anduvo siempre corto de recursos y manteniendo el estatus con las ayudas de quienes presumían de visitarle en su refugio de Estoril. Pero me voy por las ramas. El caso es que la princesa Corinna ha reaccionado al acoso que dice sufrir por parte del aparato de espionaje del Estado y ha subido el nivel de amenaza. Y a la empresaria se la toman en serio, no como a la pobre Bárbara Rey, a quien solo en los programas de corazón daban pábulo para que contara los asaltos que decía haber sufrido en su casa. El Corinnavirus amenaza a Juan Carlos I y el COVID-19 ha asomado en el colegio donde estudia la princesa Leonor. ¿Habrá que poner a la monarquía en una larga cuarentena...?