n año más, las instituciones navarras conmemoraron ayer el Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo. El acto contó con la participación de la AVT y el apoyo de la Asociación de Víctimas del 11-M, no así de Anvite, que aglutina a un grupo de víctimas de ETA en Navarra, que optó por organizar un encuentro propio. Tampoco con la presencia de UPN y PP -sí de Ciudadanos-, que se ausentaron de un acto en el que se dio lectura a la declaración institucional que aprobó el lunes el Parlamento de Navarra con sus propios votos. UPN y PP sabrán. Es habitual este tipo de escenificaciones de UPN y PP alrededor de los actos de reconocimiento a determinadas víctimas, aliñadas siempre con discursos bruscos e insultantes. Pero la realidad, les guste poco o nada, es que ése es un camino muy alejado de la inmensa mayoría de esta sociedad. Navarra recordó a las víctimas del terrorismo sin estridencias y sin instrumentalización del sufrimiento de la violencia terrorista por intereses partidistas. Que estos actos coincidan con el recuerdo del 16º aniversario de la matanza yihadista del 11-M de 2004 en Madrid -con 192 personas asesinadas-, no es un casualidad. Confirma el compromiso de la inmensa mayoría de la sociedad y de la política navarras con la búsqueda de un acuerdo político y ético de rechazo y condena de la violencia, de solidaridad con las víctimas, de reparación del daño causado y de avance hacia la convivencia. Y contrapone esa propuesta política con la realidad de aquel indigno intento de manipular a la opinión pública española por parte del Gobierno de Aznar, mintiendo a sabiendas sobre la autoría del brutal atentado, para intentar ganar unas elecciones manipulando el dolor de las víctimas. La diferencia entre ambos planteamientos es evidente. Uno trata de utilizar el sufrimiento humano para obtener réditos políticos, mediáticos o económicos y el otra pretende la inclusión de todas las víctimas de todas las violencias que han asolado a esta tierra las últimas décadas y también la participación de todos los grupos políticos y organizaciones sociales de solidaridad con las víctimas y la defensa de los derechos humanos. Desde la dirección de Paz y Convivencia, tanto en el anterior Gobierno de Barkos con Álvaro Baraibar como en el actual de Chivite con Martín Zabalza -con la misma consejera Ana Ollo al frente-, se busca consensuar un acuerdo honesto en el que la verdad y la memoria justa se impongan al odio y a la utilización política y electoral de unas u otras víctimas que marque en el futuro conceptos democráticos como justicia, memoria, dignidad, reparación y reconocimiento. Es evidente que a parte -no sé si muchos o menos- de quienes protagonizaron la mayor parte de aquellos asesinatos, persecuciones y extorsiones y de quienes les jalearon políticamente les queda aún pendiente una reflexión crítica, política y ética sobre ello. La abstención de EH Bildu ante la declaración institucional del Parlamento leída en el acto de ayer -los argumentos eran meras excusas banales-, con su propia presencia es otro ejemplo, en sentido contrario al de UPN o PP, de que se resisten a entender el alcance de la reflexión humana y política mayoritaria de esta sociedad. Llegarán seguro, como han llegado otros antes que ellos en este país y en otros lugares del mundo, pero cuanto más lentamente recorran ese camino imprescindible, más tarde y peor llegarán.