os semanas ya de confinamiento casero, pero queda un día menos para que finalice. Y, sobre todo, para que el parte diario de los duros datos estadísticos sobre mortandad, ingresos, altas, etcétera del coronavirus cambie de tendencia. Porque, sin duda, también saldremos de esta pandemia sanitaria. Basta echar una vista atrás a la historia de la humanidad -y también a la de la propia evolución del planeta Tierra-, para saber que llegará un día después y se abrirá una nueva puerta. Por eso, se trata de ponerse las pilas para ese momento. Hay que seguir tomando cuantas medidas e iniciativas sean necesarias para contener, tratar y superar el coronavirus. Y al mismo tiempo, hay que preparar ese nuevo tiempo que vendrá y que traerá una factura consigo. Una factura humana, social, económica, laboral, fiscal... que deberemos pagar entre todos. Lo que hay que exigir es que el pago de esa factura sea justo. Que no ocurra como en la última crisis financiera, cuyo coste se socializó al conjunto de la sociedad, mientras los beneficios se quedaron en los mismos bolsillos que la provocaron. Hacen falta medidas económicas, políticas, fiscales y laborales innovadoras, quizá incluso arriesgadas, para garantizar una salida de esta pandemia sanitaria lo más humanista y solidaria posible. La Unión Europea está dando señales en sentido contrario. La pugna abierta solo aboca a una deriva egoísta e insolidaria que puede suponer el principio del fin del proyecto europeo que han soñado durante décadas millones de ciudadanos. Pero si la UE falla -aún hay tiempo para que eso no ocurra- habrá que seguir buscando respuestas adecuadas allá donde las podamos encontrar. Navarra tiene sus propias capacidades para tomar decisiones. El funcionamiento de las estructuras sanitarias y asistenciales está siendo una buena prueba de ese potencial propio. El Gobierno debe reflexionar y analizar caminos que puedan llegar más allá que seguir solo la inercia de Madrid. No por diferenciarse ni por librar una batalla política ahora inútil, sino por cumplir con su obligación de servicio y de respuestas a la sociedad navarra a la que representa. Estamos ante una situación económica y social única que requiere de medidas excepcionales. Navarra tiene posibilidades en el marco del autogobierno foral en materia fiscal, social, económica, financiera o laboral. Debería analizar esos marcos y tomar la iniciativa. La propuesta de Uxue Barkos (Geroa Bai) en el Parlamento es un ejemplo de colaboración constructiva. Seguir la vía danesa es posible. Asumir el pago durante tres meses hasta el 70% de los salarios no públicos de trabajadores afectados por el coronavirus es un camino más efectivo y dinámico que el de tener que recurrir a los ERTE, un proceso lento y en riesgo de colapso administrativo en todo el Estado. Navarra dispone de liquidez tras la gestión presupuestaria y económica de su anterior Gobierno, tiene la posibilidad de acudir a los mercados de financiación -lo hizo la pasada Legislatura con buenos resultados-, y, además de emitir deuda foral, puede elevar su techo de gasto tras levantar la UE las normas del déficit. Es solo un ejemplo del camino por el que debiera empezar a caminar este Gobierno de Navarra si quiere tomar con antelación iniciativas propias para buscar soluciones desde la responsabilidad colectiva que permitan después que el pago de la factura sea común, pero también sea justo.