arece que más o menos, con buenas noticias un día y menos buenas otro, las medidas contra la crisis sanitaria, al margen del alcance de la tragedia humana que ya ha ocasionado y aún ocasionará, parecen avanzar en el objetivo de controlar la expansión de la pandemia. En Navarra parece aún más evidente. Sin embargo, el resto de lo que rodea a la crisis sanitaria parece haberse estancado en un escenario de confusión creciente cada día más incomprensible. Es entendible que la ciencia y la investigación tengan que trabajar contra reloj y a partir del método de prueba y error en la búsqueda de soluciones médicas contra un virus que se ha extendido sin apenas resistencia por todo el planeta. Incluso son comprensibles las diferencias de opinión y criterio y de estrategia entre unos científicos y otros. Lo que no tiene pase alguno es la acumulación de contradicciones y falta de claridad en las propuestas que plantean los responsables políticos a la sociedad. Desde un confinamiento del que cada semana los innumerables ministros y consejeros autonómicos que comparecen cada día ante los medios de comunicación dicen una cosa y la contraria sobre su fin a las permanentes contradicciones sin explicación entre unas decisiones como olvidar a los niños y adolescentes en las casas y otras como mantener el confinamiento más estricto mientras se pone en marcha la actividad económica con miles de trabajadores y trabajadoras por las calles y empresas. No explicar con claridad y honestidad las razones y argumentos de unas medidas y otras es un error grave. O el absurdo ir y venir y cambio de decisiones sobre el uso de mascarillas y la utilidad real -poca o ninguna- de las que se están repartiendo por millones. O el guirigay diario de los test sanitarios. Basta un repaso a la hemeroteca para ver todo lo que se ha dicho sobre mascarillas y test para comprobar el desastre de gestión comunicativa. O peor aún, la confusión instalada en los datos estadísticos sobre los efectos humanos del coronavirus, un baile de cifras que genera más dudas que credibilidad. O negar inútilmente la necesidad en Navarra de revisar los Presupuestos de este 2020. Más aún si se pretende abordar un Plan de Reconstrucción. Decenas de políticos en rueda de prensa permanente de mañana y tarde para generar un ineficaz sistema de comunicación e información desde los parámetros de confianza y transparencia. Un vaivén de confusión que también alcanza a áreas del Gobierno de Navarra, atrapadas en ese mismo espacio de contradicción por su innecesaria supeditación política al modelo de gestión centralizadora de la crisis. Un lastre que reduce el margen de decisión del autogobierno de Navarra y está bloqueando las posibilidades de respuesta en ámbitos con competencias propias como Educación, Hacienda o incluso Salud. Colaboración no puede ser sumisión. La capacidad de una comunicación creíble y una información veraz y transparente son dos mínimos irrenunciables en democracia. Si se resiente la convicción de la verdad en la opinión pública, se debilitan las certezas y crecen la inquietud y el malestar en los ciudadanos que generan la desconfianza social que puede ser un peligroso caldo de cultivo con la crisis social, laboral y económica ya aquí. Por eso es importante trasladar certezas sobre el proceso de salida acordes con las ocasiones, posibilidades y necesidades propias de la sociedad navarra.