iempre he dicho que me gusta poco escribir textos sobre quienes acaban de fallecer. Suelo decir que son tiempos de alabanzas y esos no son buenos tiempos. Sobre todo para quien protagoniza esos obituarios por muy bien escritos que estén, mucho cariño que lleven en sus líneas y muy ganados que estén en vida los halagos que puedan contener. Robinson habrá acumulado en su vida cosas buenas y otras menos buenas, pero yo solo puedo decir, sin apenas conocerlos personalmente -creo que un par de aquellas noches de juventud con más euforia y diversión que conversación-, que era un tío que siempre me ha caído bien. Cuando vestía la camiseta roja, cuando perseguía balones imposibles que la grada jaleaba como si fuera la última oportunidad de aquel Osasuna de Ezcurra y Zabalza y cuando trasladaba una ambición que nos hacía viajar hacia donde era casi imposible llegar entonces. No sé, esas cosas que te hacen conectar cuando eres un joven seguidor entusiasta de Osasuna. Hoy hay un excelente trabajo periodístico en las páginas de Deportes de DIARIO DE NOTICIAS para disfrute de los lectores y lectoras. Saben, conocen y sienten a Robinson mucho más y mejor que yo. Para mi Robinson era un jugador de Osasuna que dejó la impronta de su personalidad, su pelea, su rodilla jodida, su conexión con aquella vieja Iruña de finales de los 80, tan lejana en el tiempo que hoy parece la vida de otra época. También ese comunicador en que se reconvirtió profesionalmente inventándose ese Informe Robinson que trasladaba el mundo real del deporte con la ambición de mostrar el lado más humano y la perspectiva más social de sus protagonistas. Y sin olvidar al rugby. Supongo que ahora reprogramarán esos reportajes, aunque sabiendo que Robinson ya ha viajado a otra tierra, que ojalá le sea leve, no sé si será lo mismo. Llegó a Osasuna un día de enero -pensando que ese era el nombre real de Pamplona-, cuando deambulaba en la penúltima posición de la Liga y se encontró, según confesó a su padre, un "equipo tan malo que necesitaba rezar antes de jugar los partidos" -seguramente su frase más injusta-, y apenas sabiendo cinco palabras en castellano, la más importante para él cerveza. Un buen tío en mi imaginario al que le atrapó un cáncer con el que se enfrentó sin dejar de ser Robinson tal cual. De hecho, un jeta le dio por muerto hace días y el reapareció para decir que aún estaba vivo y que su muerte era cosa suya. Creo que la vida le fue bien más allá de Osasuna y de Iruña y me alegro. Goian bego.