l presidente del sindicato-patronal agraria UAGN, Félix Bariáin, se ha convertido en protagonista estelar del debate político en el Estado. Unas declaraciones suyas de hace más de 15 días han soliviantado a las redes por sus amenazas a la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, y por su advertencia de poner en marcha acciones no pacíficas. Las declaraciones se publicaron en los medios de Navarra el 21 de mayo, pero no fueron más allá de otra boutade fuera de tono de Bariáin. UAGN las mantenía en su web y de ahí han saltado a las redes sociales y los medios de comunicación del Estado y han originado ahora también el rechazo unánime de todas las fuerzas políticas del Parlamento de Navarra. Las amenazas de Bariáin son inaceptables desde cualquier punto de vista y le han situado en el desprestigio total. Es cierto que ha rectificado en sus formas, pero no en el fondo. El problema es que el fondo es tan inaceptable como las formas. Sobre todo, su exigencia de que cesen las inspecciones de trabajo en el campo y la retirada de un cuestionario oficial destinado a detectar posibles casos de explotación laboral en el sector agrario. Quizá sean minoritarias, pero esos casos de explotación laboral y de contratación de temporeros en el campo en condición ínfimas son reales. Basta recordar episodios en Almería, Huelva -esta misma semana de nuevo-, o Lleida. También lo han sido en Navarra y la hemeroteca recoge diversas operaciones de la Guardia Civil y de la Policía Foral. Su persecución es una obligación legal. Como lo es la inspección laboral en empresas, comercio, hostelería y el resto de sectores económicos. De hecho, las declaraciones y exigencias de Bariáin sólo sirven para acrecentar las dudas sobre la situación laboral de los trabajadores del campo y no ponen precisamente en valor la aportación del sector agrario a la riqueza común y al equilibrio social y territorial en el mundo rural. En realidad, el sector agrario y la vida rural son mucho más en Navarra que la UAGN de Bariáin. El campo, que recibe decenas de millones de subvenciones públicas, tiene problemas, acrecentados como en otros muchos sectores por la pandemia sanitaria, pero eso no le da derecho a amenazar a una ministra ni a exigir privilegios para eludir la legislación laboral. Bariáin ya patinó estrepitosamente en 2016 cuando arremetió contra la Renta Garantizada de Navarra con una argumentación de tintes xenófobos y al compás del discurso más reaccionario. Los hechos y las estadística de empleo de Navarra le han desmentido rontundamente. Un inmenso error tras otro. Y que conste que me cuesta identificar a Bariáin como persona, en lo que le conozco, con esos discursos ultras de manual.