edro Sánchez suspiró ayer de alivio tras levantarse en sus habitaciones de La Moncloa con un país recién salido del estado de alarma. Han sido tres meses endiablados con la histórica cifra de 24 Consejos de Ministros, 19 ruedas de prensa, 14 conferencias con presidentes autonómicos y media docena de cumbres europeas. Sólo Fernando Simón, si acaso, ha tenido más exposición mediática que el presidente, que ha pasado del apoyo unánime del arco parlamentario a la crítica más despiadada e insensible. De los cero votos en contra de la primera declaración del estado de alarma a los 162 de la última en un sonado vía crucis que - junto con la presión de la derecha en la calle, siempre con la calculadora electoral en los tiempos más ominosos- le ha generado sus primeras canas. Pasado lo peor, se supone, deberá afrontar ahora la dura tarea de hilvanar unos Presupuestos para la reconstrucción de un país diezmado por el virus en el tejido económico y con riesgo de deshilacharse en el social. Con acercamientos indisimulados al Ibex y el apoyo cada vez menos ocasional de Ciudadanos que puede dinamitar la entente con sus socios de Gobierno y de legislatura. Todo ello bajo la atenta mirada y la chequera de Bruselas. Ardua tarea hasta para un afamado funambulista como Sánchez.