l tuit: "Hemos sufrido una derrota sin paliativos. Nos toca hacer una profunda autocrítica y aprender de los errores cometidos" es la única reacción del líder de Podemos tras su desaparición parlamentaria en Galicia y la debacle en la CAV. La formación de Pablo Iglesias ha sido sin duda la peor parada en el examen de las urnas. Con una más que evidente fuga de votos hacia los espacios socialista y nacionalista de izquierda, las innovadoras y rompedoras medidas sociales que ha impulsado desde el Gobierno y el plasmar negro sobre blanco en el BOE parte de su programa no han sido suficientes para apuntalar al partido del vicepresidente. Iglesias ha ido perdiendo votos conforme más poder acumulaba, se deshacía de cualquier disidencia interna y se convertía en líder omnipotente fiel reflejo de "la casta" que antes denostaba. Amén de los escándalos o cambalaches (chalé en Galapagar, caso Dina, ataques a la prensa...) en los que se ha visto envuelto. Ahora tiene la disyuntiva de recuperar sus esencias con un giro hacia planteamientos más radicales que le catapultaron al Olimpo del poder o de girar a posiciones más moderadas -si aún es posible- para sellar la coalición con el PSOE y permitir el aval de Bruselas y de otras formaciones a los presupuestos de reconstrucción. De su actitud y su decisión dependerán tanto su futuro político como el del gobierno de izquierdas y el devenir de la legislatura.