omienza un nuevo curso político en Navarra, el segundo con Chivite como presidenta, mediatizado por la situación de excepcionalidad que ha generado la pandemia de la covid-19 y que afecta a retos especiales ahora en la sanidad -con el rebrote de verano-, la educación -con el inicio del nuevo curso escolar- y la política presupuestaria, con la caída de los ingresos y el incremento de los gastos para hacer frente a la crisis sanitaria y a sus consecuencias sociales, económicas y laborales en el empleo. El pasado jueves el Parlamento de Navarra reinició su actividad política y legislativa y dejó dos señales de alerta a Chivite y a su Gobierno de coalición. La autocomplacencia en la gestión política de la que han hecho gala algunos consejeros es un mal camino y enemiga frontal de la eficacia. Y también que Chivite dirige un gobierno en minoría que necesita una fuerte cohesión interna y capacidad de alargar la mayoría que le sostiene para sacar adelante las iniciativas claves en esta situación de excepcionalidad. Olvidar eso no es realista. El vaparalo a Gimeno, en buena parte autoadjudicado por su actitud de prepotencia tanto en el ámbito del euskera -el castigo a los niños y niñas de Mendigorria y a sus familias es inaceptable, y más con las consecuencias que acarrea ahora en plena vuelta al cole con la covid-19-, como en su negociación con la patronal de la enseñanza concertada dejando al margen al 99% de su representación sindical, es un aviso a navegantes. Un aviso que cobra mayor fuerza aún si se comprueba como UPN -con el PP y Ciudadanos desaparecidos, ni están ni se les espera ya en la política navarra- ha dejado atrás la oposición más bronca y destructiva y ha sido capaz de tejer dos acuerdos en un mismo Pleno con Geroa Bai y EH Bildu que han sido dos derrotas del Gobierno. Esparza, sin duda, ganador del Pleno. Navarra no está libre de problemas, pero está en una buena posición para afrontar el futuro. Los Presupuestos de este 2020 son historia y deben servir para dar el último impulso que van a necesitar estos próximos meses la activación socioeconómica y la recaudación fiscal. No sólo hay que estar ya diseñando los Presupuestos de 2021 y sus prioridades, además hay que cerrar de una vez la negociación con el Estado para pactar el endeudamiento -el objetivo al menos es el 2,6, según Chivite-, y tener capacidad de influencia política para que el reparto de los Fondos de Reconstrucción de Europa y del Estado se adecue a las necesidades y capacidades de Navarra. Los daños ocasionados en el primer semestre exigen acción, porque la deriva de ciertas tendencias a sustentar la acción política más en la mercadotecnia y la propaganda que en la gestión ha causado además la percepción de desorientación entre los ciudadanos. La pandemia ha acreditado que no hay aciertos plenos. Por eso, se acerca el momento de que los responsables de la acción política y de la gestión de lo público, ejerzan el liderazgo que consolide la prioridad del bien común. No es tiempo de batallitas partidistas o personales. Y eso requiere de cohesión interna y de consensos amplios. Los hechos, los números, pueden y deben ser claros y contundentes para sustentar esos consensos en un compromiso que trascienda siglas políticas e intereses lobistas. El pulso por el bien común es con la enfermedad, con el rescate social y con la sostenibilidad ambiental y económica. La ética y la política de este siglo XXI.