a política de nuestros días nada en la confusión y para muestra el Debate sobre el estado de la Comunidad de ayer. Porque claro que un Gobierno que se precie de defender el interés general debe trabajar desde el diálogo a la búsqueda de consensos de amplio espectro, como constató la presidenta Chivite, pero con el matiz de que esos acuerdos tienen que ser congruentes si se pretenden sostenibles. Y nada puede haber más incoherente que concitar al conglomerado de Navarra Suma y a EH Bildu en torno a unas cuentas públicas y a la política fiscal que determina los ingresos presupuestarios. Por otra parte, no cabe olvidar la máxima de que no existe mejor manera de garantizar la estabilidad que fortalecer la mayoría que propicia la investidura, al contrario de lo que por ejemplo hizo Barcina con Roberto Jiménez. De ahí que Chivite deba desmontar sin complejos la trampa saducea de Esparza en el sentido de que elija entre la derecha unida o la coalición abertzale, en un intento a la desesperada de que el PSN caiga otra vez en las garras del regionalismo para fracturar las confianzas tejidas entre las fuerzas progresistas. Precisamente, tan burdo chantaje desnuda la debilidad de UPN, que bien podría acreditar esa pretendida apuesta por la estabilidad compatibilizando su rol esencial de control al Ejecutivo como sigla referente de la oposición con el cierre de pactos sectoriales en función de contenidos, pongamos en materia de covid. Pero no, se trata del poder y todavía queda Sánchez para rato como para imaginar siquiera un eventual cambio en el PSOE que pueda devolverle la Diputación.