s cierto que el debate sobre el estado de la comunidad estuvo supeditado a la realidad del coronavirus y sobre todo a sus consecuencias y eso necesariamente empañó buena parte de la acción política que ha desarrollado el Gobierno de Chivite en el año y medio que lleva activo. Tampoco podía ser de otra manera. Todo el entramado institucional, foral y municipal, está pendiente de esa prioridad. Lo contrario sería un absurdo de la política. Pero esa preponderancia de la covid-19 en los discursos, propuestas y reflexiones tanto de Chivite como de la mayor parte de los portavoces parlamentarios no evitó que el debate sirviera también para aclarar la situación política de Navarra. De hecho, escenificó dos realidades bien diferenciadas. Por una parte, una amplia mayoría política en la Cámara que apuesta por frenar la expansión de la pandemia y tratar de controlar sus efectos en la sanidad, la economía, el empleo, la educación y la atención social como la absoluta prioridad política de hoy. Chivite no se dio un baño de multitudes, pero salió afianzando una mayoría consecuente con las responsabilidades de la política con la sociedad que le mantiene abierto el camino para aprobar los Presupuestos de 2021. Contar con unas Cuentas nuevas es una necesidad dadas las circunstancias excepcionales y Chivite ya sabe que además de sus socios de Gobierno -Geroa Bai y Podemos- tiene la disposición al acuerdo de EH Bildu e I-E. Más allá de las demandas y críticas más o menos veladas que tuvo que escuchar, también de los grupos que comparten Gobierno, hay una mayoría de 30 escaños sobre 50 implicada en diseñar unos Presupuestos que posibiliten una salida social y cohesionada de la sociedad navarra de esta nueva crisis. Al mismo tiempo, las dos jornadas de debate volvieron a mostrar en la más precaria soledad política a Navarra Suma. En buena medida, fue la respuesta política a su estrategia de sembrar de trampas y de confusión el debate sobre los Presupuestos y a su posición de utilizar el coronavirus como arma de batalla partidista. Esparza siguió con la ocurrencia de prometer a Chivite estabilidad a cambio de excluir a EH Bildu. Condenada al fracaso desde el comienzo como un burdo intento de ocultar que la decisión previa de Navarra Suma ya era votar no a los Presupuestos, su insistencia únicamente cosechó el silencio como respuesta. Esparza se quejó por ello, pero al Parlamento se va ya quejado de casa. Sobre todo porque Navarra Suma no tiene reparo alguno en acordar o apoyar a EH Bildu cuando se trata de aprobar propuestas que evidencian la minoría del Gobierno. Ahí no hay exclusiones interesadas. La contradicción en política es una mala imagen pública. Y como le recordó la portavoz de Geroa Bai, Uxue Barkos, no es creíble que Esparza fuera a apoyar unos Presupuestos elaborados por PSN, Geroa Bai y Podemos que pueden incluir medidas fiscales, mientras pide constante e irresponsablemente bajar impuestos. Un despropósito más como estrategia y discurso. Se mire como se mire. En realidad, Navarra Suma se visualizó en este debate tal y como le reprochó la presidenta Chivite: una formación sin proyecto alternativo para la Navarra real de hoy que no sean los mantras habituales del pasado. Ni en el fondo, una promesa de estabilidad que no iba a cumplir, ni en la forma, mantuvo el mismo tono bronco de siempre, tenía recorrido creíble alguno.