l año 2020 no ha sido malo para todo. Es cierto que tenemos ganas de dejarlo atrás, de salir corriendo de estos meses, de confiar con más fuerza que nunca en que el nuevo año traerá cosas mejores y sentir que todo lo duro ya vivido queda en el pasado, sin espacio en el futuro. 2020 ha sido un mal año pero ha tenido sus cosas buenas. Diferentes seguro para cada uno y una de nosotras. Según más de cien críticos literarios el año que nos deja se puede considerar como uno de los mejores en cuanto a índices de lectura. Hemos leído como nunca; el confinamiento en primavera y el tiempo en casa de estos últimos meses han desatado un placer que nos ha salvado de muchos momentos difíciles. Con los libros hemos viajado lo que no hemos podido movernos en la vida real. En sus páginas hemos conocido, en pleno aislamiento, a personas nuevas y nos hemos subido al tren de las emociones e intrigas sabiendo que el final del trayecto siempre tiene recompensa. Pero también ha sido éste un año de buenos libros, de libros diferentes, no marcados todavía por el covid. Y entre todos los publicados los críticos coinciden en destacar uno, un libro raro, como el año; intenso, como lo vivido y valiente, como no ha quedado otra que ser en estos meses. Es la novela Un amor, de Sara Mesa. Un libro pequeño en apariencia pero grande en contenido. Una historia que no es de amor, por mucho que nos despiste el título y que tiene que ver con una tendencia que ha ido a más en los tiempos de pandemia: cambiar la vida de la ciudad por la vida en un pueblo. Un libro recomendable para cerrar un año tan raro como las vivencias que recoge.