a portavoz de una asociación de mujeres maltratadas afirmaba que incluso tres días más tarde de que Rocío Carrasco rompiera los audímetros -con más de 3,5 millones de espectadores- seguían recibiendo llamadas de mujeres para exponer situaciones similares: 50 de ellas descolgaron el teléfono el miércoles por la tarde para denunciar su caso. La visibilización de estas situaciones favorece la lucha contra la violencia de género por muy celebrity que sea y se haya cobrado por ello. Estoy segura de que otras muchas mujeres han pensado en hacer lo mismo. Hablo de féminas que han rebasado los 45 y a las que les gustaría dar un paso adelante, al menos hacerlo público a quien nunca lo supo, a sus hijas, a sus amigas, a una parte de la sociedad. Eso ayuda a cicatrizar heridas, a depurarse por dentro. Sabemos que muchas denuncias no llegarían a los juzgados, pero también sirven y han servido para abrir otros frentes, como ocurrió con el #MeeToo en EEUU. Un paso terapéutico que precisan muchas mujeres tras años encerradas con sentimientos de culpabilidad y sin autoestima. También me quedo con la reacción, sobre todo, de otras muchas que la han juzgado, señalándola como mala madre porque perdió a sus hijos ("Te los voy a quitar y te van a odiar", asegura en la docuserie que le amenazó su exmarido). La Justicia no ha dado la razón hasta ahora a la hija de Rocío Jurado. No es la primera vez. Aunque confiesa maltrato físico, el psicológico es más difícil de probar y superar. Ha tardado 20 años. El tiempo medio que tarda una víctima en denunciar es de casi nueve años. Si ahora donase el dinero que ha ganado a esta causa se ganaría, además, mi respeto personal.