o conocí personalmente a David Beriain ni a Roberto Fraile, su compañero cámara. De David, he visto algunos de sus reportajes y había leído varias de sus entrevistas, aunque como compañero periodista y navarro, el crecimiento profesional de su propio trabajo ya le situaba como un foco de interés personal. Los textos de Dani Burgui y Fernando Garayoa publicados en DIARIO DE NOTICIAS, entre otros muchos estos días, ya dicen todo de su personalidad y humanidad. No puedo añadir nada ahí que sume valor a lo que ellos dos ya han dejado por escrito. Eran sus amigos, además de periodistas como David. También me ha enseñado cómo y quién era David al margen del periodismo la entrevista que le hizo Enara, una niña de Artajona, su misma localidad natal, el pasado mes de febrero y que publicó Enrique Conde también en este periódico. La última antes de su asesinato. Sobre todo porque muestra a David como persona por encima del personaje. En las respuestas a las preguntas de Enara, una alumna de Primaria, leí a un hombre de 43 años hablando con un lenguaje que se comunicara con una niña de seis años de edad y de sus compañeros de clase. Esa entrevista fuera de los focos de los grandes medios de comunicación explica el alcance de la dedicación de David al periodismo y al oficio de periodista. Un temazo periodístico que él no podía ser consciente de estar protagonizando. Porque la entrevista es eso, una historia de periodismo positivo y constructivo. Sin egos ni protagonismos grandilocuentes. Lo mismo que hacía David Beriain. Buscar historias que nos contaran aquello que no se sabía o no se quería que se supiera. En sitios recónditos, pero siempre historias humanas y narradas con humanismo. Tampoco es mucho más el periodismo. Historias que unas veces están lejos, allí en Burkina Faso, y otras aquí cerca, en nuestros barrios y pueblos. Unas son oscuras y duras, otras son vitales y emocionantes. Pero siempre hay personas detrás de ellas y periodistas contándolas. Unas y otras son el ejemplo de que el periodismo sigue y seguirá vivo. Siempre habrá periodistas trabajando para contar esas historias, desvelar la verdad y salvaguardar el servicio público que es el derecho a la información. A eso ha contribuido también David Beriain como último honor a este oficio de juntar letras e imágenes. Por eso se sigue tratando de anular el derecho a la información, el derecho a saber, con todo tipo de medidas de presión y control sobre el periodismo libre, no adocenado ni subvencionado por los fondos de reptiles. Ya sean informaciones, opiniones, análisis, fotografías o imágenes. También con más de 50 periodistas asesinados solo el pasado año, además de cientos encarcelados. Los depredadores de derechos democráticos como la libertad de información y la libertad de opinión son muchos: dictadores y fanáticos, ultras, grupos terroristas o las diferentes mafias. Ellos se llevaron la vida de David. Pero no solo. Otros forman parte del poder político, económico, financiero, judicial, religioso... normalizado. No están solo en las fronteras pérdidas de África, Oriente Medio o América Latina, también en las democracias. Publicar la verdad que no quieren que sea publicada como hacía en su trabajo David Beriain sigue siendo complicado y peligroso. La prensa libre nunca ha tenido un presente fácil ni cómodo. Siempre habrá nubes negras acechando. Goian bego David.