a historia se repite. Provocar para existir. Le va bien esa estrategia a la ultraderecha en todos los sitios y ámbitos donde la práctica. A veces pienso que no merece la pena decirlo, pero también pienso que mirar para otro lado fue lo que les permitió antes imponer el miedo, luego extender el odio y finalmente traer el sufrimiento. Ocurrió en la Europa del siglo pasado. Y es lo que ha trata ahora Vox en Navarra. Anuncia un acto en Salinas de Pamplona para celebrar la derrota de Navarra en la batalla que tuvo lugar hace ahora 500 años contra las fuerzas castellanas que ocupaban a sangre, fuego y demoliciones el Reyno desde 1512. A la misma hora, el mismo día y el mismo lugar donde se reúnen desde 1991 cientos de personas para exactamente lo contrario: conmemorar junto a la escultura de Joxe Ulibarrena a quienes lucharon en aquella batalla defendiendo la independencia de Navarra y recordar que aquella derrota supuso el progresivo desmantelamiento del sistema político, fiscal y social de Navarra basado en el Derecho Foral. Una provocación de libro. Y como resultado, la decisión del Concejo de Salinas negando el acceso al lugar para evitar posibles conflictos y una afluencia masiva de personas en esta pequeña localidad ante los riesgos que aún permanecen por la pandemia del coronavirus. Decisión precavida que los grupos convocantes del acto asumieron. Tiempo hay de sobra. Una pequeña victoria pírrica de Vox, pero es sabido que las victorias pírricas se convierten con el tiempo en derrotas desastrosas. La ultraderecha carece de representación política alguna en Navarra y parece que sigue estando lejos de poder alcanzarla. De hecho, en Navarra hay una historiografía propia, académica, investigadora y fundamentada desmontando las imposturas de la versión de la historia oficial que han escrito los ganadores de aquellos hechos desde hace 500 años. Su valor es un legado para las actuales generaciones y para las que vengan. Y el éxito de Navarra es que 500 años después hay miles de navarras y navarros que siguen defendiendo un lugar propio en el actual Estado o la reintegración plena de las propias capacidades políticas del régimen foral. Que en este siglo XXI siguen sabiendo que la supuesta incorporación de Navarra al imperio castellano no fue un pacto entre iguales, sino la consecuencia forzada de la derrota tras una violenta invasión y ocupación militar. Vox ha logrado un poco de protagonismo en un territorio donde es un partido residual, pero el problema es más profundo. La ultraderecha se escuda en los mismos derechos democráticos que pretende eliminar -que está eliminando de hecho allí donde ha logrado espacios de poder institucional-, para polarizar el debate político y alimentar la confrontación social. Todo empieza igual: se acepta la provocación de la ultraderecha como algo normalizado y luego se blanquea insistentemente a sus protagonistas para justificar esa normalización. Y quiere cobrar pieza también en Navarra. Miseria política, donde lo simbólico se impone a los valores, la toxicidad a la verdad y lo individual al bien común. Todo lo contrario a lo que representan las sociedades democráticas libres y avanzadas como Navarra. Blanquear al fantasma negro es el peligro. En este país lo sabemos bien.