o es un fenómeno nuevo. A finales del pasado siglo aparece en prensa el término generación del botellón para definir la ingesta desmedida de alcohol los fines de semana por grupos de jóvenes bien abastecidos de litronas. Ha llovido desde entonces y las mezclas se han ido refinando. También han crecido las protestas vecinales por los alborotos y el rastro de suciedad que dejan. Las restricciones de la pandemia han puesto al botellón en el foco del origen de nuevos y expansivos brotes. Dicho esto, habrá que tomar en consideración el reciente auto del TSJN que, a la vista de los informes remitidos para solicitar el toque de queda, percibe que nos encontramos ante una "nueva forma de ocio". Esta afirmación lo primero que lleva a preguntarnos es por las alternativas que tienen los jóvenes de 15 a 30 años (edad citada por la jefa de rastreo) cuando deben refugiarse en su grupo generacional, acompañarse de alcohol e improvisar su propio entretenimiento; qué les ha echado, antes de ahora, de los bares y locales nocturnos; por qué no encuentran tampoco acomodo en el modelo de fiestas tradicional, que no es capaz de captar su interés ni recoger sus inquietudes. Como asume el TSJN, no es un fenómeno "ocasional"; yo diría que ya es algo cultural, afianzado. Y una fuente de problemas porque la propia Policía Foral asume que no puede controlar lo incontrolable. Entonces, ¿qué hacemos?