avarra Suma se configuró en la primavera de 2019, para las elecciones generales de abril, de una forma un tanto peculiar. UPN cerró primero un acuerdo con Ciudadanos, que en aquel momento era una sigla emergente. Después, lanzó un flotador al PP, al que todas las encuestas le situaban fuera del Parlamento, que aceptó las lentejas desde su debilidad sin rechistar. El pacto solo incluía la condición de que UPN debería votar en Madrid al candidato de cualquiera de estas dos siglas en el caso de que optara a la investidura. En otras palabras; no fue una coalición a tres bandas y mucho menos entre iguales, que luego repitieron para los comicios forales y municipales. A punto de cumplir dos años y medio de vigencia, este apaño electoral está desfasado. Ciudadanos camina hacia la desaparición -perdió 30 de los 36 diputados en Catalunya y quedó fuera de la Asamblea de Madrid- mientras que el PP parece recuperar músculo. Es evidente que UPN, que en su día se tragó el sapo del antiforalismo de Ciudadanos, ya no necesita a la formación naranja. En cambio, con los populares tendría que renegociar el humillante pacto que le ofreció en su día. Y mientras deshoja la margarita, Javier Esparza se permite prescindir del logo de Navarra Suma en sus comparecencias para hacer balance de la legislatura, pese a que es parlamentario y portavoz de esta sigla. ¿Será porque la coalición resta más que suma?