os despidos en estos tiempos casi perpetuos de crisis y precariedad son algo habitual en las empresas. También se está convirtiendo desgraciadamente en costumbre el despido por correo, whatsapp o tecnología interpuesta. Pero el colmo de los efectos perversos de la digitalización es que te despida un algoritmo. Y no es ciencia ficción. La inteligencia artificial aplicada a las relaciones laborales está llegando al punto de que quien te manda a la calle es un algoritmo que analiza de forma automática y parametrizada el rendimiento de algunos trabajadores (se ha llegado a aplicar en Amazon y otras multinacionales) y se encarga incluso de despedirlo correo electrónico mediante. ¡Lo que nos faltaba! Que las máquinas supervisen a las personas y decidan quien cumple o no sus compromisos laborales con eficiencia y profesionalidad. Las grandes empresas, siempre pendientes más de los beneficios y los dividendos que del bienestar y las condiciones de sus empleados, se han echado en manos del big data para procesar información a raudales y eliminando el factor humano y han permitido inexplicablemente que la tecnología sustituya a la supervisión personal razonada y razonable. El imperio de la tecnología se está asentando y aventura decisiones injustas e injustificadas que exigen una regulación más estricta y una mayor vigilancia sindical para impedir que estos sorprendentes métodos enmascaren decisiones arbitrarias, ofensivas o discriminatorias.