arece que ya de forma definitiva, si el tiempo y la autoridad competente no lo impiden, Navarra recuperará la competencia en exclusiva del Tráfico y Seguridad Vial el próximo 1 de diciembre. Una reivindicación histórica del autogobierno de Navarra que fue eliminada de un plumazo por la dictadura franquista en 1962. Es una buena noticia, si finalmente se hace efectiva la transferencia. Con 60 años de retraso, eso sí. Y numerosos compromisos incumplidos por parte del Gobierno central, tanto con el PP como con el PSOE. Ya Sanz como presidente anunció un acuerdo para el traspaso de Tráfico con Aznar en Moncloa. Agua de borrajas. También con Zapatero de presidente y Chaves de ministro, el acuerdo parecía seguro. Más agua de borrajas. Con la vuelta del PP con Mariano Rajoy y el auge del recentralismo anti foral, el asunto se apagó hasta que Uxue Barkos y Sánchez firmaron en 2018 un nuevo compromiso para recuperar el servicio de Tráfico para la Policía Foral. Desde entonces han tenido que pasar otros tres años hasta que ahora, con Chivite en la presidencia se le ha puesto una fecha definitiva a la firma. Una demanda política unánime de la que sólo en los últimos años se ha ido desmarcando UPN, pese a que Sanz fue uno de sus impulsores como presidente del Gobierno. La deriva de UPN hacia las posiciones de la derecha pura y extremista que manda ahora en Madrid le lleva a cada vez más y mayores contradicciones. Esparza sabrá. Como sabe que es mentira que el traspaso de Tráfico suponga echar a la Guardia Civil de Navarra o sea una concesión de Sánchez a los independentistas como no se cansa de pregonar Sayas para cosechar el fácil aplauso y las condescendientes palmaditas en la espalda de Vox en el Congreso. La reivindicación es mucho más vieja que los años que ya acumula Sayas en la cómoda vida laboral de la nómina política con dinero público. Le molestan a Esparza las acusaciones de que esa estrategia está llevando a UPN -o a Navarra Suma, que ya no se sabe, aunque el PP y Ciudadanos parecen ya grupos irrelevantes en la política navarra-, a un absurdo e inútil autoaislamiento. Pero la molestia no le debería impedir ver que ese autoaislamiento es consecuencia de su discurso y de su posiciones cambiantes, cada vez más alejadas de los intereses y preocupaciones reales de los navarros y navarras. El cambio de posición sobre esta cuestión del autogbierno foral y los argumentos con que intenta justificarla es otro ejemplo de esa inmensa soledad en que se ha instalado. Un mejunje ideológico que se empieza a sentir en la derecha navarra, cada vez más española y menos foral. Nadie en UPN parece preocupado por un escenario en el que resulta difícil distinguir el partido de PP o Ciudadanos, y en ocasiones incluso de Vox. La recuperación de la competencia es un objetivo político de Navarra cumplido, pero su valor real para la sociedad en su conjunto es que la misma sirva para la prestación de un servicio público, como es el control del tráfico y la seguridad vial, más eficiente para los ciudadanos. Si no es así, el recorrido del camino habrá sido incompleto y fallido. Y si tras 60 años de camino ahora, en pleno siglo XXI, hacen falta otros cinco más de espera para que el traspaso sea efectivo la cosa ya pinta mal.