a política no deja de ser un espacio con una capacidad de sorprender ilimitada. Y ni siquiera creo que eso sea bueno. Porque casi siempre es para mal. Un ventilador generador de frustraciones. La política siniestra, la política tóxica me refiero. Hay otra política, eficaz, innovadora, constructiva, pero casi siempre acaba perdida en un tercer plano. La política de la bronca, el insulto, la amenaza, la descalificación, el chantaje, esa que se construye sobre pilares y discursos nada edificantes para la sociedad. Y esa política da ya todo de sí al máximo cuando saca a pasear el cadáver de ETA. Derrotada y desaparecida la violencia de ETA, sus siglas son el único comodín inútil que se hace útil en esa batalla constante en el que los trastos van lanzados de un partido a otro. Esta semana se ha hecho memoria de una década desde que ETA llegó al final de sus desastroso e inhumano camino. Ha habido propuestas, encuentros, reflexiones, aportaciones, etcétera, muchos de ellos de las propias víctimas, de indudable valor social para reivindicar la memoria verdadera de aquella etapa de mierda y para mirar a un presente que ya es muy diferente. Pero sobre todo ello se ha impuesto de nuevo el hediondo cadáver de ETA que siguen empeñados en pasear en macabra procesión política. No se respeta nada en ese bucle constante en el que permanecen atrapados partidos, instituciones y políticos. Es descorazonador. La lista de perlas que deja esta semana es terrible. Navarra Suma boicotea el acto institucional del Gobierno de Navarra a las víctimas de ETA. El Parlamento de Vitoria es incapaz de aprobar un texto que reitere esa memoria y ese reconocimiento a las víctimas. ETA centra el barullo y las groserías semanales que cada miércoles se intercambian en el Congreso de los Diputados. Y luego están los protagonistas de siempre y los etólogos bienpagados. Para Mayor Oreja, ETA ha vencido. Nunca ha acertado en nada, pero se pasea tan pichi como si fuera el Oráculo de Delfos. Para Abascal, Sánchez va a aprobar los Presupuestos de ETA. Otegi, como siempre, una de cal y otra de arena y eso sí, protagonista central del barullo. Sin mérito alguno, porque ninguna de sus declaraciones aporta nada nuevo. Es un protagonismo otorgado por demérito de otros. Regresa Itugaiz. Más de la misma nada que hace 20 años. David Pla, ex dirigente de ETA, afirmando sin sonrojarse que ETA no fue derrotada. Los presos suben y bajan como los precios de las mercancías. Ramón Jáuregui defendiendo que el Estado no debe pedir perdón por el terrorismo que organizó el Estado. Esparza echando mano otra semana más a ETA para intentar romper el Gobierno de Navarra, aunque sea desmintiéndose a sí mismo. Villarejo y Vera reivindicando la guerra sucia y el terrorismo de Estado y riéndose de sus víctimas sin que pase nada, por supuesto. Las víctimas de esas otras violencias, sin memoria ni reconocimiento, siguen abandonadas y ninguneadas injustamente. Hay más. Un sindiós político frustrante que alimenta el desencanto de la sociedad con sus representantes políticos y el desentendimiento con la democracia. No lo ven porque no lo quieren ver. La democracia es mucho más que la pugna entre partidos, pero esa lucha permanente devalúa los valores de la democracia. La insoportable levedad de ETA. Por mí, punto final.