buenas horas! Al influjo emotivo de la celebración de Todos los Santos, Antonio Guterres, secretario general de la ONU, afirmó ayer en la Cumbre del Clima que si no se adoptan medidas con urgencia sobre las emisiones de CO2 "vamos a cavar nuestra tumba". Esa fosa ya tiene varios centímetros de profundidad y ahí ha hundido la pala todo el mundo. El mensaje de Guterres me suena viejo y manoseado; esas citas de dirigentes han servido hasta el momento de muy poco: el cambio climático no es una amenaza sino una anormalidad ya instalada que genera graves disturbios en la vida del planeta. La humanidad, los cerca de 8.000 millones de personas que poblamos la Tierra, somos un plaga de langostas: agotamos las subsistencias que nos dan el mar y el suelo y para mantener nuestros actuales hábitos de vida tenemos que contaminar. La única consecuencia práctica que hemos extraído en los últimos meses es que solo el periodo de confinamiento ha dado un respiro al planeta. Pero así es imposible resistir mucho tiempo. Aunque peque de pesimista, creo que esa tumba que anuncia Guterres nos va tragar de forma irremediable; y que, además, no tendremos a nadie que nos lleve flores un 1 de noviembre.