l Debate sobre el estado de la Comunidad dio de sí todo lo que pueden dar este tipo de encuentros sometidos a un formato infumable. Pero aún así, ofreció una imagen aproximada de lo que es hoy la realidad institucional, política, presupuestaria, social y económica de Navarra. Chivite contó con la ventaja del aval de la gestión de su Gobierno los últimos dos años y medio, incluida la crisis del coronavirus, de la salvaguarda de una mayoría parlamentaria estable, en la misma línea del ciclo que comenzó Navarra en 2015, y la del poco útil discurso de la oposición en frente. Y con el añadido de indicadores sociales y económicos positivos y de unos Presupuestos para impulsar la recuperación económica, la cohesión social y el equilibrio territorial con el apoyo de 30 de los 50 escaños de la Cámara foral. Pese al tradicional alarde de autocomplacencia, Chivite admitió la existencia de problemas en la atención sanitaria y la llegada de nuevos nubarrones e incertidumbres a la economía, el tejido industrial y el empleo. Y tuvo que escuchar también reproches de sus propios socios de Gobierno. Pese a ello, el debate visualizó un modelo político para Navarra, que apoyaron mayoritariamente los navarros y navarras en 2019, que está cumpliendo buena parte de sus objetivos, ha consolidado la normalidad de la convivencia social y avanzado en la composición democrática de la política. En este contexto, Chivite lanzó el compromiso de construir Navarra desde la pluralidad, recogió el guante que le propuso Barkos y puso a esa idea de pluralidad hechos objetivos, más allá del dulce sonido de la palabra, como el compromiso de incluir los perfiles lingüísticos de la Administración foral en las nuevas OPEs. Recuperar la imagen en positivo de esta lengua navarra debe ser un compromiso político e institucional prioritario. Navarra tiene mucho que ganar en ello. La continuidad de esta experiencia política plural dependerá más de la credibilidad del cumplimiento de sus compromisos con la sociedad navarra que del negativo, viejo y destructivo discurso que protagonizó de nuevo Navarra Suma. También de mantener y mimar el consenso, cohesión y lealtad entre sus apoyos. Chivite debe saber medir la realidad de sus fuerzas. Esparza se apuntó al todo mal y describió una Navarra en estado de coma que solo existe en su mente. Tiene razón en alguna de sus denuncias y críticas a ámbitos que deben funcionar mucho mejor de lo que lo están haciendo, pero el no a todo de Esparza acaba envolviendo todo su planteamiento en esa nebulosa de la confrontación y el enfado constantes. Un bucle en el que se ha acomodado Esparza con su equipo más fiel, pero del que conforme esa fidelidad personal se va alejando la distancia entre sus palabras y los hechos reales que vive la sociedad navarra son cada vez mayores. A día de hoy, y no solo por la falta de votos, la estrategia de Esparza está muy lejos de convertirse en realidad y su autoaislamiento es mayor. Mientras que el proyecto político del Gobierno están dando sus frutos en una Navarra que avanza y funciona. Sin dormirse en estos laureles, porque quedan, por supuesto, importantes labores y compromisos por desarrollar y problemas y retos, unos que vienen de tiempo atrás y otros que ya asoman con los nuevos tiempos, por resolver. Navarra tiene capacidades suficientes para ello.