asi tres años después de Gobierno de coalición, Navarra ha aprobado el nuevo decreto del euskera que regula el acceso y promoción en la administración pública. Como suele ocurrir en política y en muchos ámbitos de la vida, lo que se prolonga en el tiempo acaba siendo un parto de los montes. Esto es, las expectativas previas siempre van mucho más allá en importancia que el resultado final. Aún así, prefiero ver la botella medio llena. Quizá porque cansa ya estar siempre en el lamento constante de pensar en la botella medio vacía. Este nuevo decreto valora el euskera en la zona mixta como mérito para acceder a la función pública -en unos perfiles que aún están por definir-, y mantiene el veto a la valoración como mérito de esta lengua navarra en la llamada zona no vascófona. Por su puesto, que esa exclusión y discriminación -es más inaceptable e incomprensible aún si se le suma la comparación con la valoración de diferentes lenguas extranjeras-, es inadmisible en un sistema de convivencia asentado en valores democráticos. Y sigo pensando que es también ilegal al incumplir buena parte del marco jurídico firmado por el Estado español para la protección de lenguas minorizadas como el euskera. Porque aunque UPN no lo quiera ver y el PSN no quiera mirar, también en la zona no vascófona viven, estudian y trabajan navarras y navarros que son vascoparlantes a los que se señala como ciudadanos de segunda con menos derechos. No se trata de UPN o Navarra Suma, para los que el euskera es ya casi el único argumento político para incidir en su estrategia de confrontación territorial y social. No hay nada en su discurso que tenga que ver con propuestas o planteamientos de interés general para Navarra y el euskera es su mantra permanente. Es el temor del PSN a asumir su responsabilidad de gobierno lo que sigue lastrando la toma de decisiones en positivo sobre la normalización del euskera. Un temor que le lleva a renunciar a una buena parte de la población navarra como posible ámbito de influencia electoral. Más aún cuando es una parte del electorado que crece en cada nueva convocatoria a las urnas. Supongo que habrá puesto esta reflexión en la balanza y valora que les sale más a cuenta evitarse la carga política y mediática de la derecha a costa de incumplir sus obligaciones institucionales con el vascuence en Navarra. En todo caso, ya digo que prefiero ver los avances que permanecer empantanado en la queja constante que engrandece los retrocesos o empequeñece los pasos adelante. Muchas veces son posiciones o decisiones que en el fondo y en la práctica, más allá de las connotaciones simbólicas de maltrato a una lengua propia de Navarra, son de importancia menor para consolidar progresos reales en la normalización lingüística y social. El euskera, como la vida, recorre el camino paso a paso y todos esos pasos conforman el camino. Su lugar principal sigue estando en las calles. Ha sobrevivido a épocas de persecuciones y prohibiciones mucho más negras que esta. Avanzando en positivo el euskera tienen mucho que ganar en Navarra. Y al Gobierno de coalición le quedan dos retos pendientes: el Plan Estratégico del Euskera y los Perfiles Lingüísticos en la Administración. Quizá dos pasos que evaluarán la consistencia y cohesión de esa colaboración política e institucional a futuro.