Que Juan Carlos Unzué lance el txupinazo de estos Sanfermines que vienen en 2022 es buena noticia. Por quién es Uzué, por quién ha sido -menos el día de las risas en el banquillo con el Barcelona en El Sadar, cosas idiotas de eso del fútbol-, y por lo que ahora representa como persona afectada que trabaja para visibilizar la enfermedad de la ELA. Toda pamplonesa o pamplonés sueña con lanzar el cohete que anuncia las fiestas de San Femín el 6 de julio. Y creo que todos los ciudadanos de Iruña hoy compartimos que Unzué es un buen embajador para ese trabajo especial y más especial este año tras dos años de no haber podido disfrutar de las fiestas de nuestra casa y de quienes vienen a compartirlas con nosotros. Como ha respondido el propio Unzué al honor de ser quien prenda la mecha de las mejores y más grandes fiestas populares del mundo, es un gran día para generar energía positiva, que es mucho de lo que necesita este mundo. Positiva y honrada, que son dos adjetivos que van de la mano. Por supuesto, nadie se puede molestar por esta decisión a dedazo de Maya. Tampoco sabe hacer este alcalde las cosas de una forma mínimamente democrática. Otra cosa es la falta de altura y elegancia con la que Maya ha gestionado su decisión. Primero, lanzar el misterio de una nueva ocurrencia mientras susurraba a la prensa el nombre del protagonista y luego ningunear a la mayoría municipal de Pamplona la capacidad del consenso y el acuerdo. Sin duda alguna, Unzué hubiera arrasado en la votación popular para elegir a la persona que lanzara este año el txupinazo y sin duda alguna hubiera tenido el respaldo unánime de todo el Pleno del Ayuntamiento de Pamplona. Pero eso le hubiera impedido a Maya erigirse en protagonista -o bufón quizá-, principal de algo que no lo es. Se puede ser un cotilla de medio pelo como alcalde y marear la perdiz para sus intereses políticos con unas fiestas que son de todas y todos. Pero esa estrategia de situarse como un supuesto director de la orquesta que son los Sanfermines no tiene recorrido. Lleva dos años dando palos al agua y no ha acertado ni una vez. Tampoco en su intento de aumentar los días de fiesta o de añadir más festejos a la Feria del Toro de Iruña -tampoco con la fiesta del patrón San Saturnino-, y dudo que lo consiga con su absurdo intento de activar unos encierros txikis que son ilegales. Ni siquiera ha sabido lanzar al mundo el alcance personal, social y anímico de una persona como Unzué como protagonista de un día 6 de julio y si tenía algún objetivo propagandístico -que lo debe tener-, se ha perdido entre el humo de otra maldita guerra. Todo es demasiado pobre y roza muchas veces lo patético. Lo importante es que Pamplona recupere sus Sanfermines y que Iruña celebre de nuevo una fiesta que es popular, colectiva, de hermandad y de acogimiento. Ése es el estado de ánimo colectivo de todos sus vecinos y de quienes ansían por regresar o venir este 2022. Y ya de paso, como petición al Santo, que para estas cosas de la vieja Iruña suele estar atento, que Maya moleste lo menos posible. En parte porque es gafe y cada cosa que anuncia a bombo y platillo acaba mal y porque siempre hay un segundo plano provocador en sus intenciones cada vez que San Fermín aparece en el horizonte del calendario.