na crisis es una oportunidad. La frase está bien para un libro de autoayuda. Para engordar páginas dando vueltas al mismo consejo y si tienes labia y una buena promoción llegar a las seis ediciones. Pero, para empezar, todas las crisis son inoportunas. Incluso las que se ven venir de lejos. Te golpean y no hay manual que te salve del marrón a bote pronto. Las crisis, en lo personal, son un mal trago. Pero esa popular sentencia tiene una cara B: una crisis es el mejor escenario para los oportunistas. Observen si no lo que ha ocurrido en la Comunidad y en el Ayuntamiento de Madrid con la compra de mascarillas. En los primeros días de la pandemia no había tapabocas, ni geles ni guantes para atender toda la demanda. Hubo que aprovisionarse con urgencia, los precios se dispararon y en algunos casos se paso de los 0,25 a los 8 euros en las mascarillas FFP2. Comisionistas e intermediarios hicieron de la desgracia general su lucro particular. El negocio, a algunos como Alberto Luceño y el aristócrata Luis Medina, les salió redondo y se metieron seis millones de euros en el bolsillo. Del pelotazo al mascarillazo. Una vergüenza y un posible delito que investiga la Fiscalía por estafa. O por ‘cómo forrarse cuando los otros están jodidos’. Un best seller en un país de sinvergüenzas.