Desolación, tristeza, angustia, desesperación, miedo, impotencia, lágrimas, dolor, pérdida, desalojo, frustración, oscuridad, ceniza, fuego, chispa, devastación, esfuerzo, auzolan, implicación, solidaridad, apoyo, ayuda, bomberos, vecinos, vecinas, personal sanitario, personal de protección civil, tractores, motosierras, agricultores, agua, hidroaviones, helicópteros, mangueras, cubos, manos, rostros ennegrecidos, cansancio, resurgir... Palabras todas que estos días se han escrito en las crónicas para contar los terribles incendios que desde hace ya casi una semana asolan Navarra, arrasando el paisaje y el entorno, amenazando a los pueblos y a sus gentes, esas personas del mundo rural tan imprescindibles siempre, pero sobre todo cuando salta un fuego descontrolado en estos tiempos de despoblación. Obanos, Etxauri, Arraiza, Arguedas, Valtierra, Yesa, Leyre, Puente, Gallipienzo, Legarda, Guirguillano, Ujue, Eslava, Lerga, Olleta, San Martín de Unx, Los Arcos, Lodosa, Burgui... Navarra está viviendo la peor oleada de incendios de su historia reciente. No se sabe todavía la extensión arrasada, ni los daños materiales causados, pero el daño natural y emocional duele como una herida profunda y es ya una triste y trágica realidad irreversible. No era una ola de calor al uso, era una temperatura extrema que por si sola alertaba del peligro. Tiempo habrá de analizar lo ocurrido y tratar de que posibles errores o malas decisiones no se repitan. No hay una única causa detrás del fuego pero lo que está claro es que la acción humana no pasa desapercibida. No podemos vivir sin la naturaleza y mucho menos contra ella.