"De camino a casa quiero ser libre, no valiente”, es uno de los mensajes que más han calado en los últimos años en cada movilización feminista y de rechazo ante las agresiones sexistas. Libertad para andar sin miedo por las calles, las fiestas, las ciudades, las playas. El miedo es una emoción compleja, con doble cara. Por un lado es una reacción del cuerpo y la mente que nos pone en alerta ante un posible riesgo o peligro inminente, que nos avisa y nos protege, pero por otro te puede paralizar sin un riesgo real, privándote de disfrutar de experiencias nuevas. El miedo planteado como una estrategia dañina es el que corre el riesgo de instalarse en las fiestas de nuestros pueblos y ciudades ante las últimas noticias a raíz de las denuncias de varias mujeres de haber sufrido pinchazos, aunque no se ha constatado por ahora en ninguno de los casos restos de sustancias tóxicas para hablar de una posible sumisión química, que anule la voluntad de las víctimas como ya ha ocurrido otras veces con sustancias en las bebidas. Pinchazos que están siendo investigados para ver lo que hay detrás y cúal es la intención real de quien los está llevando a cabo, pero que de momento ya consiguen coartar la libertad de las mujeres por la alarma social que se genera. Es importante acotar el tema cuanto antes, para que no acabe siendo un paso hacia atrás en este necesario seguir avanzando en la igualdad de las mujeres. El miedo no tiene espacio en la diversión y la fiesta.