Veo más que nostalgia en el regreso a los escenarios de muchos grupos que triunfaron en los ochenta y noventa. De pop, de rock, heavy o metal. Me quedo entre otros con El Último de la Fila, uno de mis ídolos durante años. Letras que nos inspiraron a toda una generación, que hablaban de insumisión y rebeldía, de cómo evadirse y luchar por superar la tristeza, el abandono, el dolor, de cómo hacer pájaros de barros para echarlos a volar en libertad. De la soledad y de lo que ahora también todo lo que nos aleja del sol, del aire fresco y de la vida real. De algunas redes sociales que no aportan nada o de quienes manipulan la realidad mediante filtros.
De la necesidad de apoyarse en relaciones consistentes y auténticas. De encontrara la paz y el sosiego en un mundo inhabitable. Y del rechazo a las traiciones y a las medias verdades. Ayer tocaron Lendakaris Muertos, con su detector de gilipolleces, jaleando ‘Dame punk y dime tonto’, los sucedáneos no les van y añoran los besos gaztetxeros que salían de una nube de porros...Lo hicieron después de Koma que advertía una vez más: ‘¿Cómo no les vi venir, como yo que tanto sé, cómo otra vez aquí, como me la han vuelto a meter?’ Para quienes no les gusta que les repartan puñaladas con “una sonrisa”. Un poquito de caña hace falta entre tanto influencer de chichinavo y fake famous, ante la falta de sentido crítico, entre tanta gente no se moviliza ante las injusticias y masacres o que mira hacia otro lado.