Una muy buena amiga dice que AMISTAD es una palabra tan grande, que debería escribirse siempre con mayúsculas. No le falta razón. Es una de esas palabras hermosas que cambian y crecen con el tiempo, cuando la vas llenando de los regalos que te hace la vida, porque las amigas siempre lo son. Algunas llegan con la infancia, otras las vas encontrando o buscando con el tiempo. Las que son de verdad permanecen, las que se van perdiendo es porque realmente no lo eran.
“Hay que tener amigas”, decía estos días la escritora Isabel Allende en las intervenciones y entrevistas que ha concedido con motivo de la publicación de su nueva y esperada novela, Mi nombre es Emilia del Valle. También sus libros son un regalo para muchas lectoras, entre las que me incluyo desde que cayó en mis manos aquella ya lejana novela La casa de los espíritus. “Traten de tener amigas, las mujeres juntas somos invencibles pero solas somos muy vulnerables”, decía Allende. Y es que hay algo especial cuando se une la fuerza de las amigas, un hilo invisible que sabes que está aunque no lo sientas;que puede romperse y volverse a coser; un hilo que sujeta y construye y abraza, pero que nunca aprieta.
Me sumo a la idea de la escritora de que hay que creer en el poder de las mujeres como un poder colectivo. Enfrentarnos nos debilita. No apoyarnos crea grietas por las que se cuela el sistema patriarcal que tanto daño nos hace.
AMISTAD es una palabra grande, porque está llena de esas mujeres que, al menos en mi caso, hacen que la vida siempre sea mejor.