Parece que ya está en marcha la salida de las estatuas de los reyes de Navarra del Paseo de Sarasate para poder abordar la reforma de ese espacio social de Iruña. La transformación del Paseo de Sarasate es lo que realmente acapara el interés de la ciudadanía de Pamplona, que espera desde hace más de 15 años que ese cambio en un elemento clave del urbanismo de la ciudad se lleve a cabo de una vez. Trabas burocráticas, problemas urbanísticos y administrativos y diferencias políticas han ido retrasando una y otra vez la reforma del Paseo y acumulan la convocatoria de un concurso tras otro, la elección de un proyecto y luego de otro. Cuando parece haber ya una apuesta decidida, con amplio respaldo municipal y con una fórmula atractiva estética y socialmente para dar nueva vida a este bulevar, ha llegado a última hora la polémica por el traslado de las estatuas que lo habitan, con más pena que gloria y con el más absoluto desinterés ciudadano.
No creo que sea lo importante en esta decisión el futuro o lugar de ubicación de esas estatuas. Su valor patrimonial e histórico es muy escaso y su valor artístico deja todo que desear. Recuperadas del abandono en un desván de Madrid, su lamentable estado facilitó que Pamplona se las pudiera traer gratis, porque la Corona española no consideró posible cobrar por aquellos restos. Unas estatuas a las que se adjudicaron nombres representativos de forma aleatoria y con una estética que poco o nada tiene que ver con los reyes de Navarra que dicen representar. Su único valor patrimonial, de ser alguno, es el histórico de unas esculturas que recuerdan a unos reyes que estuvieron al frente de Navarra antes de que perdiera su independencia tras la conquista por parte de las tropas castellanas.
El Pleno del Ayuntamiento de Pamplona aprobará este jueves las modificaciones del PEPRI del Casco Antiguo y del Plan Municipal para posibilitar su traslado, restauración y reubicación en la Taconera. Si regresan al Paseo de Sarasate bien, aunque es muy posible que en la nueva composición urbanística no tengan cabida, y si acaban definitivamente instaladas en la Taconera, también. Han tenido más suerte con este Ayuntamiento que con alguno anterior de UPN, que hace unos pocos años habría podido enviarlas a un vertedero junto a los escombros de la obra del aparcamiento bajo la plaza del Castillo, como le ocurrió al patrimonio arqueológico e histórico que apareció en esa construcción. Quizá mejor incluso en los jardines de la Taconera. Dos trámites municipales más deberían cerrar definitivamente esta polémica impulsada desde UPN con el único objetivo de retrasar la reforma de la zona. Dan mucha pereza los políticos incapaces de plantear propuestas constructivas que antepongan el interés general de la ciudadanía a sus intereses partidistas.