el oso pardo ibérico u oso cantábrico, (Ursus arctos arctos), (Artz Beltza), es el plantígrado más pequeño del mundo y ha convivido con nosotros desde la Edad de Piedra, separados en dos razas que, aunque parecidas en tamaño y costumbres, son diferentes: la una llamada oso cantábrico y la otra, oso pirenaico. Las dos especies alcanzan un peso medio de 150 a 200 kilos, aunque la pirenaica suele ser de dimensión mayor.

Las antiguas tribus vasconas convivían con estos animales compartiendo diferentes tipos de historias y roces, desde la cueva al caserío. Desde la Edad Media, desde la batalla de Orreaga y luego la conquista del Reino de Navarra, y los demás siglos hasta nuestro tiempo, ha vivido el oso pirenaico con nosotros, hasta su extinción. Los lugareños tienen diferentes historias acerca de esta criatura, tales como la que cuenta un pastor de la familia Hualde que residía en Isaba, que decía que cuando venía el oso a por sus ovejas y el perro le avisaba, él salía con un bastón a perseguirlo logrando que el oso, contrariado pero temeroso, corriendo, se metía en el bosque.

El oso pirenaico, como el lobo y el lince, ha sido objeto de persecución por parte del hombre, a causa de sus pieles, de la caza furtiva, de los daños causados a la ganadería y de la mala fama que se le atribuyó de ser un animal repulsivo y devorador de hombres, su gran leyenda negra. También fue objeto, y eso habla de su naturaleza menos hostil que la pregonada, de domesticación para animar los circos ambulantes, dado su pequeño tamaño y no su tan fiera naturaleza.

El oso pirenaico siempre ha permanecido oculto en las montañas, resistiendo, pero como su número era tan reducido, la persecución implacable a esta especie logró diezmarla. En la década de los 90 del siglo pasado, se llevó a cabo las primeras repoblaciones, a la vez que la de los buitres, trayendo osos de Eslovenia, que eran animales del mismo tamaño y adaptables a semejantes condiciones ambientales, y que se lograron criar e hibridar, lo cual era sano para la especie. Pero aun así, y lamentablemente, el oso quedó reducido, siendo Camille el último individuo de su especie, y todo hace pensar que falleció. Las repoblaciones se pensaron hacer con individuos de oso cantábrico de los Picos de Europa, pero no había ejemplares suficientes para ese plan.

La vida del oso en la Península Ibérica es bastante compleja y enigmática, siendo casi siempre de hábitos crepusculares y nocturnos, tanto en Asturias, Cantabria, Galicia y Palencia como en los Pirineos. Durante las estaciones vegetativas suele salir a pastar a las campas altas, siempre a refugio de una entrada de bosque, por si tiene que huir de sus enemigos; hace sus madrigueras en lugares ocultos y de difícil acceso, mayoritariamente sale de noche sobre todo a revolver troncos para buscar lombrices, babosas, colmenas y avisperos, y suele buscar en las pequeñas charcas ranas bermejas y sapos, y va a los ríos de alta montaña a buscar truchas y cangrejos. De paso, para cubrir sus necesidades carnívoras, busca carroña o se mete con ungulados tales como crías de corzo, ciervo y jabalí y, a veces, ataca los rebaños de ovejas, siendo estas sus presas más fáciles (especialmente los corderos y terneros). En invierno hiberna, aunque lo suele interrumpir según las ocasiones.

Aunque el área de distribución del oso cantábrico ha ido en aumento en la Cordillera Cantábrica y en el Pirineo, sigue siendo difícil observar a estos animales en libertad, debido a su tímida naturaleza y su rechazo al hombre. Desde la Edad Media, se desconoce de ataques graves al hombre, ya que en general, el oso cantábrico no es un animal que ataca al hombre y menos sin motivos, por su huidiza naturaleza. Un Pirineo sin osos no es un Pirineo seguro ni inseguro, el oso de aquí no es el mismo que el que habita en Estados Unidos, Canadá, Rusia: el grizzlie, que tiene otro tipo de espacio natural y otras condiciones ambientales que le hacen ser mucho más grande y por lo tanto temible; pero aun así, en esos países, los ataques de osos a humanos son contados. Más veces ataca el ser humano al oso que el mismo a este.

Convivir con esta criatura en nuestro entorno no es costoso ni complicado si se hacen las cosas bien. Ya hay ganaderos que han aprendido a vivir con él en la montaña y que cuidan bien de sus rebaños para que no estén a su alcance porque el pastoreo ya no puede seguir siendo el mismo que el de hace cien años, y el rebaño también tiene otras amenazas que no son el lobo y el oso.

El hecho de que esta hermosa criatura esté en nuestros montes, no solo proporciona un medio ambiente justo y verdadero, sino que sirve como explotación turística para poder verlo con catalejos y largavistas, como se hace en Zamora con los lobos.

El autor es técnico agroforestal